El derecho a hacer daño

Para algunos parece que la historia solo debe ser condenada según el color político del dictador

Gracias a la cadena de televisión que todos pagamos con nuestros impuestos, hemos sido capaces de conocer que algunos demandan un nuevo y delirante derecho: el de hacer daño a los demás. No se sabe si incorporarlo a la Declaración Universal de los Derechos Inhumanos o a la Constitución Terrorista Vasco-española, pero viniendo de Arnaldo Otegi todo es posible.

Sin duda este socio de nuevo cuño está dando el espectáculo que se esperaba. Para alguien que nunca condenó el asesinato de militares, niños o de cualquiera que pasara por allí, estas palabras no son más que un reflejo de su ideología. Y, por supuesto, el que sea capaz de pactar con este tipo de gente sabe muy bien qué línea roja acaba de atravesar: la que va de la vida a la muerte.

Parece mentira que hoy en día, donde sólo la mente desequilibrada de los maltratadores puede perseguir el derecho a hacer daño a los demás, haya un partido cuyo líder propugne esta idea. ¿Se imaginan ser presidente de Gobierno gracias al apoyo de los que asesinan a sus parejas? Evidentemente sería un escándalo, pero sin embargo alguno pretende, con disimulo, hacernos pensar que los que en el pasado decidieron asesinar a otros, hoy son inocentes corderillos. Ha bastado con una simple entrevista en la televisión pública, ante todos los españoles, para que salga ese deseo de sangre que el terrorismo siempre lleva dentro. Y si alguno piensa, de una forma romántica, que todos estos asesinos eran unos revolucionarios de alguna causa, habría que recomendarles la visita a la multitud de criaturas que hoy yacen en nuestros cementerios gracias a esa ideología.

Por tanto, ya vamos sabiendo el precio que tienen los pactos. El de Bildu requerirá un cambio constitucional para incorporar el derecho a hacer daño de unos pocos sobre el resto. Cabría recordar que los "camisas negras" italianos o las juventudes nazis también lograron ese derecho. Y todos sabemos en lo que aquello derivó. Pero para algunos parece que la historia solo debe ser condenada según el color político del dictador, y no por el hecho dictatorial en si. Y todo terrorismo exige un precio demasiado alto para que cualquier partido que se considere democrático siquiera se acerque a él. Y no vale el silencio cómplice. Como decía el escritor Elie Wesley, superviviente de los campos de concentración: "Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo".

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