Postales desde el filo

Un héroe

El factor decisivo será de nuevo la participación. En las andaluzas de 2018, la abstención superó el 40%

Lo bueno de la campaña electoral oficialmente recién iniciada es que -gracias a la actitud compasiva de quien lo haya decidido- será una campaña exprés. Queda por ver si la ausencia de ambiente electoral, cartelería, banderolas, etc. desmotiva la participación, o si, por el contrario, los ciudadanos agradecidos cumplen masivamente con su más valioso deber de ciudadanía. Todo es incierto, aunque nada indica que en las veintinueve semanas transcurridas desde el 28A se hayan producido movimientos electorales significativos. Lo previsible, según las encuestas, es que el resultado sino no es más o menos el mismo se le parezca bastante. Aunque el factor decisivo será de nuevo la participación: en las andaluzas de 2018 la abstención superó el 40% y el bloque de las derechas gobierna nuestra comunidad. En las generales de abril, con una participación que superó el 75%, ganó la izquierda. Con las consecuencias de todos conocidas que nos han traído aquí de nuevo, siete meses después, iniciando una nueva campaña en la noche de los difuntos, perdón, quería decir Halloween.

Cabe la posibilidad de que la histérica respuesta independentista a la sentencia de TS, o el impacto mediático del traslado de la momia del dictador, pueda haber afectado de alguna forma el ánimo de los electores. Pero lo más probable es que sean asuntos que, pese a su importancia, estén electoralmente bastante amortizados.

De nuevo, la cuestión es la necesaria gobernabilidad. Si, como parece, las cosas no cambian, el héroe de la noche electoral será el que se muestra dispuesto a romper la infranqueable muralla del bibloquismo. Aquel que esté dispuesto a ser acusado de traidor por mostrar sentido de Estado, a oficiar de héroe y villano a la vez. Aquello que no resistió Puigdemont cuando fue señalado por ERC de botifler. Si hubiese tenido el valor de soportar los insultos de los suyos y mantener su decisión de convocar elecciones, las cosas en Cataluña serían distintas.

Decir que nos jugamos mucho el 10N, tras cuatros elecciones consecutivas, puede sonar irónico. Pero no lo es. Nuestros líderes se enfrentan a la ahora ineludible obligación, si el resultado electoral lo exige, de superar la profunda división sectaria que tiene paralizado el país. Como dice Jonathan Haidt, la democracia dividida es funcionalmente inefectiva. Y, como todo el mundo debería saber, el parlamentarismo inoperante es el espeso caldo en el que chapotean los populismos.

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