La mano izquierda

Hoy más que nunca son necesarios los llamamientos a que mantengamos un comportamiento prudente

Ya es la enésima vez que se lo recomiendo, doña Rosita. Si quiere conocer las cualidades que debe disponer un político para afrontar su gestión diaria, tiene que leer al profesor Shameless. Él ha sido el más clarividente politólogo de todos los tiempos, pese al escaso reconocimiento público que cosechó tanto en vida como después de muerto. Y es que el profesor lo explicó con la lucidez que solo disponen quienes han pasado un Navidad en Málaga: la principal característica que debe desarrollar un responsable público es la de ser capaz de estar en misa y repicando. Y no me refiero, como usted ya sospechará, a la nunca bien ponderada destreza para tocar la campana de todas las procesiones que salen nuestro Jueves Santo. Me refiero a la capacidad de hacer una cosa y aparentemente la contraria. Hecho que se facilita enormemente cuando dejamos de pensar en ellos de forma individual y lo hacemos en los equipos de gobierno que conforman.

En los que parece aplicarse el principio bíblico de que la mano izquierda no sepa qué hace la derecha y propicia, estadísticamente, que en el cincuenta por ciento de los casos no hagan lo mismo. Fíjese si no en el Gobierno, capaz de hacerse oposición a sí mismo. O en la inauguración del alumbrado navideño y el llamamiento a que mantengamos la prudencia en estas fechas en las que la Covid parece repuntar una vez más. Y es que usted podrá pensar que existe una contradicción en ambas actuaciones, pero no es así. El encendido de las luces es un acto institucional, mientras que asistir es un ejercicio de responsabilidad personal. Dos esferas claramente diferenciadas que debería distinguir. Por eso el Ayuntamiento, de manera responsable y para evitar que se produjeran aglomeraciones, no avisó de qué hora las inauguraría y comenzaría el concierto.

La misma responsabilidad de la que hizo gala nuestro vecino Mario, que se fue a las seis de la tarde a esperar el advenimiento luminoso, cual estrella de Belén, tomándose unos gin-tonics en una terraza. Otra cosa es que la actitud de nuestro amigo no fuera comprendida ni respetada por los cientos de personas que posteriormente se aglomeraron alrededor suyo sin mascarillas ni guardar la menor distancia de seguridad. Por eso, hoy más que nunca, son necesarios los llamamientos institucionales a que mantengamos un comportamiento prudente. Eso, o repartir entrada numeradas en los accesos al centro.

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