Tengo que ir al Centro. Coger el coche ni me lo planteo, está imposible aparcar por allí. Lo de ir en autobús… Oiga, las calles de acceso se han convertido en un Scalextric, tampoco es cuestión de echar una hora para ir y otra para volver. Aprovechando que hoy no hace terral, voy a ir andando. Así disfruto dándome un paseíto de 20 minutitos por mi Málaga.

Salgo de la urbanización. Al bajar las escaleras, tengo que tener cuidado, hay un grupo de cuatro chavales con un diminuto cacharro que hace un ruido escandaloso, parece la banda sonora del infierno. Bajo la calle y me paro en el cruce, confundido. El semáforo está en rojo para los peatones y verde para los coches. Pero el señor del Renault Captur no avanza, la chica que quiere pasar, tampoco. Ambos están con el cuello y el brazo derecho en ángulo de 45 grados, mirando el móvil impertérritos, como si estuvieran leyendo una primicia del guion de la cuarta temporada de La Casa de Papel. De pronto, una furgoneta con evidente prisa les despierta. Él arranca súbitamente, ella, desconcertada, pone un paso en el asfalto, luego se percata de que está en rojo peatonal, lo recoge y se ríe volviendo a mirar el móvil.

Continúo bajando la calle. Un poco más adelante, otro atisbo de accidente. Un chaval en patinete ha decidido ser multitranseúnte: circula por el carril bici, por el de bus y taxi, gobierna la carretera entre un deportivo y una camioneta. Y, en el colmo de la impunidad, también marcha por la acera, solo que a 30 km/h. Yo en ese momento, iluso de mí, me pregunto: "¿No sería obligatorio tener seguro y permiso para circular en patinete?". En una maniobra de giro, al pasar junto a un hombre en ropa de playa, casi se lo lleva por delante. El patinetero aguarda que el señor se aparte, pero parece que el mundo interior que le procuran sus auriculares le hace olvidar que la acera ya no es acera, sino la categoría de Slalom Gigante Paralelo de los Juegos de Invierno.

Por suerte, no pasa nada, respiro. Menos mal que ya estoy llegando al Centro. Me giro un momento para comprobar que el patinete dejará de ser un arma de destrucción masiva y, al incorporarme al frente, un misil tierra-aire me roza. Bueno, no es tal, es un chico de Glovo a una velocidad endiablada con su bici, pero que igual podría haberle hecho sombra a Indurain en la contrarreloj de Périgueux-Bergerac del 94. Qué estrés. Mira, me subo en un taxi y me vuelvo a casa. Paro uno rápido, pero… ¿qué hace? Se baja del coche y se pone a insultar a otro conductor con una matrícula azul como si no hubiera un mañana...

Estoy chorreando de sudor, y no le puedo echar la culpa al terral. Leche, yo solo quería ir a un mandao, no probar la demo del GTA Málaga edition.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios