Cabe apuntar, de entrada, que la organización que reclama la "renuncia" a la torre del Puerto es el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos (Icomos), el organismo asesor de la Unesco que, entre otras funciones, promueve y evalúa las candidaturas a Patrimonio Mundial. Fue el Icomos el que hizo lo propio con el conjunto de los Dólmenes de Antequera y el que ordenó las intervenciones necesarias para que el proyecto culminara con la celebrada declaración. Pues bien, es ahora el mismo Icomos (no es, por tanto, una organización cualquiera) el que advierte de lo que ya sabíamos: que el impacto "irreversible" de una torre de 135 metros junto a la Farola "degradaría la imagen y los excepcionales valores paisajísticos de la ciudad". El informe no tiene desperdicio, pero un servidor se queda con esta idea que, de paso, brinda un bofetón a la Junta de Andalucía, la misma que relativizaba lo del impacto a tenor de la dirección en la que observara cada uno (si no miras a la torre, la torre no te molesta. Y este argumento le bastó a un señor consejero para justificar un atentado medioambiental de semejante calibre): recuerda el Icomos que el paisaje patrimonial que ahora se pretende aniquilar "existe con independencia de que no tenga su lugar en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz". Como vino a decir Parménides: lo que existe, existe; y lo que no existe, no existe. Por más que lo neguemos, lo tapemos, lo rechacemos, le demos la vuelta, lo adornemos, lo cubramos, lo tachemos de la lista y hagamos como que no existe, el patrimonio paisajístico de Málaga, el perfil que nos viene acompañando desde hace tres mil años, existe. Y esto implica que, como patrimonio, es de todos. Nos pertenece. Nos ha sido dado. Vulnerarlo, por tanto, significa secuestrarlo, arrebatárselo a sus legítimos propietarios, que somos los malagueños y cualquiera que se dé por aludido. Cierto, el informe del Icomos no es vinculante. La torre se hará, como se han hecho otras en tantas ciudades. Pero ya podemos decir como Unamuno: venceréis, pero no convenceréis.

Nos quedarán para siempre la incompetencia y la dejación de funciones de la Junta de Andalucía, el triste entusiasmo del alcalde a la hora de pregonar los hipotéticos beneficios del hotel y negar sistemáticamente las objeciones elementales, la vergonzosa disposición de los ediles de Ciudadanos a meter prisa para que empiecen las obras antes de que venga alguien y lo fastidie todo, la propaganda que con el trazo más grueso tacha a quienes se oponen a la torre de antimalagueños y aprovechados. Por cierto, la organización también señala a este patrimonio paisajístico como objeto susceptible de protección por parte de la Unesco, por lo que podría convertirse en un "gran recurso socioeconómico". Y sí, claro que se puede sacar provecho del perfil histórico de la ciudad sin necesidad de esquilmarlo. Hay modelos a montones sólo en Europa. Pero mola más, parece, hacer de Málaga una city con rascacielos, algo que no es y que no puede ser salvo que se destruya su identidad. Pues nada. Ánimo.

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