Unicaja

Tercer aniversario de la Eurocup: las interioridades de un viaje a la gloria

  • Ángel Sánchez-Cañete y Diego Vázquez recuerdan el título del que se cumplen tres años y relatan cómo lo vivieron en primera persona

Los jugadores del Unicaja celebran el título.

Los jugadores del Unicaja celebran el título. / efe/unicaja b. photopress

"No se ganó, se supo cómo ganar", dice tres años después uno de los héroes de la Eurocup que el Unicaja ganó en La Fonteta aquel 5 de abril de 2017. Volvió a abrirse la vitrina de Los Guindos, que preside el título en ese rinconcito pequeño pero mágico en la fábrica de talento de la Avenida Gregorio Diego. La última vez que la Marea Verde inundó el centro de Málaga y ya hace 1.096 días de aquel momento. Aún pervive el recuerdo, cómo olvidar ese instante donde se cata la gloria.

Resulta sencillo decirlo ahora, pero había mucha materia prima. "Defectos tienen todos, sobre todo los equipos que maneja Unicaja que no son super top. Simplemente recordando cual ha sido la trayectoria de los jugadores te das cuenta que había gente de clarísimo nivel Euroliga o en el caso de Jamar Smith de un nivel muy cerca de eso", sostiene Ángel Sánchez-Cañete, hoy escudero de Luis Casimiro y otrora de Joan Plaza: "Ese equipo y el del año siguiente con James Augustine eran dos muy buenos equipos. Dos plantillas que muchas veces hay que alejarse del tiempo para ver lo que eran. Nedo, Jeff Brooks, Jamar, Kyle Fogg... Se fue a China y podría estar a ese nivel físico y anotador. Había calidad. Para ganar la Eurocup, con más o menos milagro, tienes que tener calidad".

Sin embargo, el paso del tiempo no borra la impresión de que no parecía que ese grupo de jugadores podía tener un techo tan alto. Había muchos dientes de sierra. "Los resultados te daban un poquito esa sensación. De repente pierdes o ganas y no encuentras estabilidad. Hay momentos en que los resultados no son buenos hablando de Eurocup y entramos mal en el Top 16 y salimos mal. Te da unas sensaciones que parece que no vas a llegar muy lejos. Habías perdido con Valencia en el Top 16 los dos partidos, con Bayern también los dos en la primera fase... Había sensaciones jodidas para entrar al play off. Pero el equipo tenía una calidad y una competitividad que luego se demostró", explica el también ayudante de Sergio Scariolo en la selección española, que habla de dos términos que repite y son seña de identidad de ese plantel.

Uno de ellos es la competitividad, sello de esa plantilla. "Hay jugadores con mucha calidad y menos competitivos, pero ese equipo la tenía. En ciertos momentos rebosaba esa competitividad y hay jugadores que la mantienen, es una etiqueta de gente como Alberto Díaz o Carlos Suárez. A partir de ahí, con la calidad, todo eso cuaja. Sobre todo en el momento adecuado", apunta el malagueño, que da una de las claves en el camino al éxito: "Una de las cosas que he aprendido con tantos años de tralla es que los equipos cambian durante las competiciones, da igual un Mundial o una Eurocup, son seres vivos por decirlo de alguna manera. El hecho de que sigas trabajando y sigas trabajando, si tienes los ingredientes, puedes estar trabajando para aprovechar un cambio. Si te dejas ir el equipo cambia, pero a peor. Ese equipo con esa competitividad y calidad supo cambiar en el momento adecuado".

Carlos Suárez, con el título y rodeado de aficionados. Carlos Suárez, con el título y rodeado de aficionados.

Carlos Suárez, con el título y rodeado de aficionados. / javier albiñana/efe/unicaja b. photopress

Diego Vázquez, que coge el testigo de Enri Salinas en la preparación física del primer equipo con el entrenador catalán, ayuda a conocer mejor qué pasó en las interioridades de ese Unicaja. En cierto modo, cómo mutó de equipo irregular a campeón. "Me acuerdo de conversaciones de aeropuertos entre el staff que decíamos había partidos que perdíamos o estábamos cerca de ganar y que era un año que no estábamos siendo regular a nivel de victorias. La constancia en el trabajo era buena", cuenta, mientras continúa: "Teníamos más ganas de hacer algo bonito de lo que se veía desde fuera. Parecía que no llegábamos al nivel. Era clave ver quién nos tocaba en el cruce. Le decía a todos que ganábamos en Múnich y el primer partido lo perdimos. Al perder pensamos en ganar en casa. Plaza se lo dijo a los jugadores y nos lo dijo a nosotros que si ganábamos el tercero en Alemania estábamos en la final. Te saltas las semifinales, pero es una forma de motivar. Al Lokomotiv le pasamos por encima y eso dice mucho".

Toca viajar a la capital alemana, donde se cogió el tren a la gloria. "Durante el partido es un partido más que piensas que puedes perder y ganar, pero el subidón es tal porque piensas que puedes hacer muchas cosas después. Todos nos fuimos a cenar y lo celebramos con tanta ilusión que se sabía que de ahí salía un equipo ganador", asegura Vázquez, que utiliza un simple detalle para ayudar a comprender: "Ese día marcó, nos hicimos un selfie, nadie lo había preparado y estaba de moda. Yo tenía el móvil en el vestuario de los jugadores y lo saqué rápido y es una foto quedará para siempre".

Frente al Bayern Múnich de Djordjevic, ahora también posible rival en la Eurocup con la Virtus de Bolonia, se jugó una eliminatoria de picar piedra. La victoria cambió el chip. Lo argumenta bien Cañete. "Para mí el segundo partido en casa frente al Bayern sin darnos cuenta lo cambiamos todo. No le habíamos ganado, nos habían ganado tres partidos esa temporada y además con cierta solvencia, y le ganamos ese partido demostrando que le podíamos ganar. Ese hecho de demostrarnos eso, el tercer partido fue una sorpresa el nivel que dimos y hasta cierto punto el poco nivel que conseguimos que ellos diesen en un tercer partido en su casa. Eso lo cambió todo, los jugadores se dan cuenta", dice el técnico, que se centra en el partido decisivo a domicilio: "Me sorprendió porque de repente tenías un equipo sólido y que juega 40 minutos. Subían el nivel de las cosas básicas, que las hacen bien. Encontró eso y evidentemente pasa porque vienes de ganar en Málaga. Si lo perdíamos estabas fuera. La gente no quería perder. No se ganó, se supo cómo ganar. El Bayern no sabía cómo ganarnos en el tercero. Los vi a ellos con falta de respuesta de nivel con respecto al que nosotros jugamos. Ahí te das cuenta de que el equipo ha cambiado. Te hace cambiar el resultado, esa chispa. No es fácil decir les podemos ganar, pasó. Sin que nadie lo diga, lo hable o lo piense, pasa. El juego del equipo subió y el equipo fue otro”.

No hubo mucha oportunidad para el Lokomotiv Kuban, arrollado a las puertas de la final. "Ya sabían lo que tenían que hacer para llevar los partidos a un punto donde los puedas ganar. A los otros equipos no les llegaba. La sorpresa del Lokomotiv fue encontrarse a otro Unicaja, no era el de la primera fase. Sabían de verdad lo que tenían que hacer para competir y ganar", añade el ayudante, de los pocos en el club de Los Guindos que vivió de cerca los cuatro trofeos. En la Copa Korac en 2001 ya colaboraba en la parte de vídeos, una de sus grandes especialidades.

Diego Vázquez besa el trofeo en la pista de La Fonteta. Diego Vázquez besa el trofeo en la pista de La Fonteta.

Diego Vázquez besa el trofeo en la pista de La Fonteta. / unicaja b. photopress

Y tocaba mirar a uno de los ogros, con el que se creó una potente rivalidad desde 2017. El Valencia Básket se llevó el primer duelo de la final en La Fontera y hacía pleno contra los cajistas en ese año. "No sé de qué manera, pero nos habían ganado cinco veces. Los jugadores querían ganarle a ese equipo. El equipo jugó como tenía que jugar un play off, muy confiado, con mucha atención. Jugamos un muy buen partido, con pocos errores y no dimos muchas oportunidades. Y vuelve a cambiar la cosa y pensamos que le podemos ganar. ¿Por qué no? Sigues, sigues, sigues hasta que cambias el partido", afirma Cañete, que comparte un recuerdo similar al de Diego Vázquez: "En el primer partido allí jugamos bastante bien, fuimos de menos a más con ellos tanto en la ACB como en el Top 16. No fuimos capaces de ganarles, pero competimos cada vez mejor. En la ACB jugamos unos días antes y estuvimos a poco de ganarlo. El primer partido de la final jugamos un poco peor. No nos desilusionó tanto porque sabíamos que en casa éramos tan fuertes que íbamos a volver a Valencia. La gente en Málaga estaba tan ilusionado que sabíamos que teníamos una fortaleza".

Y Málaga jugó su carta en el segundo choque. Aunque hay que retrotraerse a la mañana de ese choque y lo hace el preparador físico, con una memoria privilegiada. "Recuerdo ir del gimnasio a la pista y estaban colocando en el podio de campeones el confeti del Valencia. Pasábamos mis jugadores y yo y estábamos, '¿qué pasa aquí?'. Tenían que prepararlo y ahí pensamos que ellos sentían que podían ganar. Incluso, yo conozco gente y nos decían que este era el último. Tengo buena relación con Oriola y como nos veíamos siempre le decía que me había ganado cuatro y que el siguiente me tocaba a mí. Le dije en Málaga que lo ganaba yo. Cuando ganamos y nos vimos en Valencia le dije que él me ganaba cuatro, pero yo con dos le ganaba la Copa. Es una relación buena. Luego le gané los cuatro partidos en el año de Euroliga", cuenta.

Es bastante curioso cómo recuerda cada uno de los protagonistas ese crucial tercer partido. Con seguridad, uno de los más importantes de la historia del Unicaja. "Si soy sincero, el partido tuve que volver verlo. A los pocos días jugábamos en Obradoiro y en el avión hacia Santiago lo estuve viendo porque una de las cosas que me llamaba la atención es que no recordaba nada", admite Cañete, que explica los motivos: "En la remontada lo único que recordaba era estar gritando para que siguieran para que aguantaran. Recuerdo esa sensación de intentar ayudarle con ánimo y luego de vernos para ganar el partido. Como la meta Jamar desde la esquina le va a entrar mucho miedo. Al principio estábamos ahí para que no nos vapulearan y luego para ganar el partido. No hay mucho más que eso, el instinto de luchar por sobrevivir que tuvieron los jugadores y luego ver cómo cada jugada te abría la puerta a la siguiente y se abrieron todas hasta que nos sobró tiempo".

Carlos Suárez, Alberto Díaz, Ale Ballesteros, Diego Vázquez, Jorge Díaz y Ángel Sánchez-Cañete. Carlos Suárez, Alberto Díaz, Ale Ballesteros, Diego Vázquez, Jorge Díaz y Ángel Sánchez-Cañete.

Carlos Suárez, Alberto Díaz, Ale Ballesteros, Diego Vázquez, Jorge Díaz y Ángel Sánchez-Cañete. / unicaja b. photopress

Ambos señalan una jugada clave. "Valencia llega a tirar cuatro o cinco veces y no meten, esa es la jugada clave porque ellos podían haber sacado 20 de diferencia y nosotros enseguida metemos y comienza el cambio de dinámica. Nosotros nos defendíamos como podíamos. Estábamos noqueados y esa jugada...", añade el ayudante, mientras Diego le secunda: "Me parecía una cosa imposible. Tenía un poco de tristeza, sabía que lo viviría como algo positivo en el futuro, pero tristeza por estar cerca de ganar. Cuando empieza el equipo irse hacia arriba esa sensación la olvidé en un momento. Los jugadores estaban tan metidos y La Fonteta, recuerdo tan callado el pabellón... En una jugada fallaron cinco o seis tiros y había la sensación de que no la podían meter por mucho que tiraran. Ni les abucheaban ni les animaban, los vi en shock".

Una batalla ganada desde mucho antes. "Había una sensación de por qué no. Es muy difícil, pero, ¿por qué no? Todo el mundo sabía del equipo que tenía Valencia. Si lo vemos con distancia Valencia gana la ACB después. Todo el mundo sabe de la dificultad, pero era un partido. Eso estaba en el ambiente", rememora Ángel sobre el ambiente, en el que incide Diego: "Recuerdo estar en el hotel, bajar a ver el vídeo de motivación que hizo Joan, escuchar a la afición en mi habitación que estaban montado una brutal en el hotel... Yo que he vivido Ciudad Jardín y he sido abonado desde que era un enano y aprendía a botar el balón, ver cómo venían al hotel a sacarnos en volandas para el pabellón es la cosa más espectacular que he vivido como técnico. La Copa del Rey de este año se ha vivido algo parecido, impresiona. Cuando sales al pabellón te llena, no sabes cómo ayuda a motivar a los jugadores. También en el calentamiento cuando los del Unicaja bajaron y se pusieron en la valla a animar, era una avalancha. La gente fue educada, lo justo para saber que estaban ahí y darnos aliento".

Hay muchos detalles simbólicos en ese título. Los trae al presente un hombre con muchas medallas en su casa. "Lo que pasó en los últimos cinco minutos o en el último cuarto es lo que había pasado en pequeña escala en el play off. Habíamos estado mal, habíamos entrado los últimos del Top 16. Con malas sensaciones y en el play off remontamos las sensaciones. La única que no remontamos es al Lokomotiv. Todo ese espíritu está definido en ese gesto, él estaba a punto de perder siempre y nosotros también. El equipo no abandonó, si no que supo cómo abrir las puertas", afirma Cañete recordando la figura de un luchador incansable como Pablo Ráez: "Me quedaría en lo simbólico de todos esos gestos que pasan. Ese gesto de Carlos recogiendo el trofeo, el hecho de que Alberto sea el MVP...¿Por qué no fue Jamar? A lo mejor porque el símbolo de esa remontada... ¿Por qué no fue Carlos? Son pequeños símbolos. Esa remontada de jugar siempre con el factor pista en contra. Todo simbólico en el sentido épico. Me hacen reflejar la realidad de aquel equipo que era competitivo y de calidad. A veces tienes equipos así, pero no tienes algo que te lo recuerde como pasó el año siguiente. Tener esa Eurocup te lo recuerda".

Braulio Medel y Eduardo García, en el balcón del Ayuntamiento. Braulio Medel y Eduardo García, en el balcón del Ayuntamiento.

Braulio Medel y Eduardo García, en el balcón del Ayuntamiento. / javier albiñana/efe/unicaja b. photopress

"Como profesional y aficionado no he vivido una cosa igual", sostiene de manera tajante Diego Vázquez, que tira de memoria para coger el DeLorean hacia la celebración: "Esa sensación de dar todo por algo y todo ese tiempo dedicado a una cosa que te encanta y ver que ganas un título... La gente estaba muy ilusionada. Busqué rápido el móvil y llamé a mi familia y nadie me cogía porque estaban hablando entre ellos. Abrazaba a todo el mundo en la pista. Mi padre me cogió el teléfono y me puse a llorar. Fue el culmen de muchas cosas. Todo ese esfuerzo, todos los fines de semana que no tienes para la familia. Esa conversación con mi novia y mis padres... es muy emotivo".

"Fue un momento increíble, ya ni te digo el aeropuerto", sigue el malagueño, que se curtió en el Clínicas Rincón antes de llegar al primer equipo: "Mi padre estaba fuera del aeropuerto y fui corriendo a buscarlo. La Policía no me dejó pasar. Le puse la medalla, le dejé la Copa. Lo más emotivo fue hacerlo partícipe de todo lo que habíamos conseguido, me hizo tanta ilusión verlo allí...". 

Son las memorias de dos personas que estuvieron entonces y hoy siguen. Como Mario Bárbara, Javi Salvo o Ale Ballesteros, además de Alberto Díaz, Carlos Suárez o Adam Waczynski. Algunos de esos ídolos que volvieron a permitir que el Unicaja tocara la cima. Y aún no se olvida la magia de ese último beso.

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