Málaga

Historias de adolescentes durante el confinamiento

  • Los jóvenes malagueños encuentran nuevas inquietudes y habilidades durante este estado de alarma al que, en los hogares menos dañados por la crisis, la adaptación ha sido positiva

Historias de adolescentes durante el confinamiento

Historias de adolescentes durante el confinamiento / Rosell

El confinamiento ha puesto a prueba todo, es poco lo que no ha agitado para bien o para mal cuando nos acercamos a los tres meses desde que todo el país se recluyó en sus hogares a consecuencia del coronavirus. En los hogares malagueños, al menos en aquellos en los que la pandemia no ha sido especialmente perversa, se está comprobando que bajo determinadas circunstancias, los menores de edad han sabido adaptarse al estado de alarma y lo han aprovechado para descubrir nuevas habilidades o potenciar aquellas de las que brotaba la semilla.

Hablamos de núcleos familiares donde el impacto del Covid-19 ha sido insustancial, en los que no se han dado casos de familiares o amigos contagiados, en los que los padres han mantenido con relativa normalidad su jornada laboral (no hay ERTEs, ni despidos, sí teletrabajo o puestos de primera necesidad), en las que la crisis económica que ya está instalada en todo el mundo, de momento, no se ha presentado. Además, son familias en las que la convivencia ha fluido pese al confinamiento y ésta ha permitido que los jóvenes sigan creciendo en diferentes aspectos.

Málaga Hoy se pone en contacto con jóvenes de entre 14 y 17 años que están sobrellevando el confinamiento con nota, respondiendo a sus responsabilidad estudiantiles y aprovechando las horas restantes para descubrir o desarrollar una faceta que, en condiciones normales, quizá seguiría dormida o ausente. Son, por norma general, aplicados en sus estudios con notas destacadas y que, antes del confinamiento, dedicaban alguna o varias tardes a materias extracurriculares, ya sea el desarrollo de un idioma, el aprendizaje de un instrumento o la práctica de algún deporte.

Uno de ellos es Alberto, un adolescente de 16 años que habitualmente reside con sus padres en Fuengirola pero que durante el confinamiento ha estado en casa de sus abuelos en Coín. Sus padres, uno de ellos laboralmente ligado a la construcción y el otro a la banca, decidieron dejarle al cargo de ellos, con mayor tiempo para su cuidado y para que éste pudiera echarles una mano cuando les fuera necesario. El joven, hijo único, cumple.

Sus abuelos tienen una finca en Coín con un buen número de metros cuadrados de campo en los que tienen plantadas una gran variedad de verduras y frutas, así como un gallinero y un pequeño establo donde vive Negra, la yegua de su yayo. Alberto ya sabía montar desde hace años pero lo que realmente ha aprendido durante estos dos últimos meses es a labrar, plantar y recoger todo tipo de frutas y verduras; además de algún que otro secreto que guardan las gallinas y la puesta de huevos. Se levanta temprano, cumple con sus deberes durante la mañana y aprovecha la tarde para ayudar a su abuelo, ante el que reconoce saber ya porque prefiere el campo a la ciudad.

El joven dice añorar la consola pero agradece la "burbuja tranquila" que ha descubierto en la finca de sus abuelos, aunque ha echado mucho de menos a sus padres hasta que la provincia pasó a la fase 1. Para él fue un mazazo que nos "castigaran" una semana más, pero fue una alegría enorme cuando abrazó a su madre después de tanto tiempo tras la comunicación a distancia entre llamadas y videollamadas.

El caso de María es diferente. A sus 14 años, que serán 15 a mediados de junio, sus notas son brillantes y se mueven entre el notable y el sobresaliente, reconoce orgullosa. Admite que echa de menos ir a clase aunque mantiene el ritmo y cumple puntualmente con las tareas que le asignan cada uno de sus profesores de un colegio público de Málaga capital. La joven, que tiene un hermano mayor de edad y sus dos padres teletrabajan desde los primeros días del confinamiento, está muy implicada en las tareas de casa que le encomiendan cada día.

La joven, que daba clases de canto antes del confinamiento y es fan del programa Operación Triunfo, está aprovechando gran parte de sus ratos libres para aprender a tocar la guitarra y escribir sus primeras canciones, impulsada un poco con la vuelta del talent show – fue pausado por el coronavirus–. Reconoce tomar apuntes de las clases que reciben los concursantes para componer y utiliza vídeo-tutoriales en YouTube para comenzar con la guitarra y darle forma a sus composiciones.

Lo que mantuvo algo inquieta a María durante las primeras semanas del confinamiento fue la situación de su abuela, en una residencia, algo que llevó a la joven a evitar las noticias, tanto en su móvil como en la televisión, así como evitar hablar del virus con su grupo de amigas. Pese a ello, reconoce que acudía puntual a su cita diaria en el balcón de casa para aplaudir la labor de los sanitarios, a los que llama "héroes".

Lucas, de 17 años, reside en Marbella y su confinamiento ha sido especialmente complicado por la imposibilidad de pasar el rato con sus amigos, ya sea en su propia casa o en el parque, y el cese de los entrenamientos con su club, con el que está federado y compite en categoría juvenil. Estas han sido las dos trabas del joven en los últimos dos meses –así como lidiar con sus dos hermanos pequeños–, aunque asume que no se puede quejar porque tiene piscina propia en casa y una canasta.

Su padre, diseñador gráfico que durante el confinamiento ha mantenido su volumen de trabajo desde su domicilio, le ha empujado para recuperar una afición que ya tenía en desuso. Al joven siempre le gustó dibujar, algo que reconoce que se le da bien, pero en los últimos años había perdido esa curiosidad y hábito, dejando de lado el lápiz con el que habitualmente se expresaba.

Su tutor, cuando daba por concluida su jornada, le ha ido enseñando cómo plasmar sus ideas con la tableta gráfica que él mismo usa en su agencia, así como cómo editar sus dibujos después con diferentes programas, algo que ha vuelto a despertar el interés de Lucas en el dibujo y no descarta conducir por ese camino sus estudios en vez del deporte, como pensaba antes del estado de alarma.

En Málaga capital, en Teatinos, Mario, de 15 años, afirma haber acusado el confinamiento en sus ganas de estudiar, pese a que acostumbra a llevar buenas notas a casa en cada cuatrimestre. Pese a ello, dice seguir un horario fijo por las mañanas para no perder el hilo de las materias que revisan mayor complejidad para él. Las tardes, en su gran mayoría, las dedica a videojuegos en línea mientras charla con sus amigos con sus cascos y micrófono.

Además, dice haber visto casi todas las series nuevas que tenía disponible en Netflix y que pudo terminar un par de libros que había empezado en otro momento y nos los terminó. Entre sus preocupaciones durante estas semanas de mayor reclusión están sus cuatro abuelos, a los que solo pudo ver a través de videollamadas, aunque ya les visitó en un par de ocasiones estas dos últimas semanas, con lo que ha ganado en tranquilidad. Reconoce también que ha mostrado interés por la evolución sanitaria de los contagiados y que, durante los primeros días de confinamiento, se lavaba las manos con asiduidad pese a no salir de casa. A su padre, el cual se encargaba más habitualmente de hacer la compra, le exigía rigurosidad en las medidas higiénicas.

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