Málaga

El poder de la manada, el rugir de la música

  • La semana comenzó con un nuevo anecdotario por las calles del centro, el que dedicaron amigos, charangas y bandas a los más escépticos. Folclore y juventud pueden pasear juntos, dijeron.

Tabletom tiene una calle en el Real pero no está Rockberto para verlo. La nueva banda ofrece un concierto pero en la Avenida de Los Guindos. No coge de paso. La Feria no entiende de necrológicas y mucho menos de distancias. Sí de paradojas. Mientras tanto, el centro continúa sacando brillo a su banda sonora en ese intento por no hacer de Chenoa, Shakira y David Guetta los verdaderos abanderados de la fiesta. La parte chunga de nosotros mismos puede ser aquella que nos sorprende cantando los éxitos de OT o bailando la coreografía de Paquito el Chocolatero. La semana comenzaba ayer con nostalgia de folclore. Cuando la rumba más comercial sonaba en Plaza de la Constitución alguien lloraría a escondidas. Por fortuna, aún quedan almas caritativas que entienden lo que se sufre después de cuatro horas atiborrando al tímpano de comida rápida. Hasta el sol intentó arruinarles el estribillo mirando a la manada directamente a los ojos. No lo consiguió, pero si que la atención del curioso se desviara hacia otro punto de interés.

Si se les deja tranquilas, las musas pueden despertar de su letargo en Feria. A las tres y media, en la Plaza del Carbón se vislumbraba entre el gentío a una panda de verdiales. Sonaba bien, muchos eran jóvenes, con poder de convocatoria y uno empezaba entonces a pensar en un mundo mejor.

Con la resaca aún de las Spice Girls vociferando en la clausura de los Juegos Olímpicos, costaba confiar en la música como un arte sanador. Quienes ven la luz al final del túnel, son capaces también de ver el talento. En la plaza del Siglo se escondía bajo las cámaras de los guiris, los empujones de los menores y sus macetas de mojitos. Bastaba con detener los pasos y quedarse a escuchar a un grupo de señoras con más de medio siglo en sus párpados. El aforo era suyo. A golpe de sevillanas, malagueñas y hasta un rumboso Siete vidas tiene un gato, marramamiau, miau , miau lograron hacer del bombo un instrumento de reconciliación. Máxime cuando lo decoraban con un L y una leyenda debajo que rezaba: "Grupo en prácticas". Veteranía bien entendida.

Pasando un par de esquinas  y dos generaciones más adelante, en calle Granada Lembe do Malaka recibían la herencia. Una ve intena de jóvenes procedentes de diferentes IES se reunían bajo este nombre y camisetas azules para demostrarle al mundo que no todo va a ser botellón ni Brasil está tan lejos como se piensa. Su profesor de Tecnología les enseña a tocar la batucada durante el resto del año y la Feria es uno de sus campos de pruebas.

Las charangas, por qué no decirlo, oxigenan por momentos el ánimo del viandante cuando el oído lo creíamos adormecido. Lástima que al tercer tema suela resucitar el Ai Se Eu Te Pego de Michel Telóy Brasil empiece a estar demasiado cerca. Pero el público manda y ya solo pide que le hagan la vida más fácil.

Los callejones sirven para sortear a la manada, pero también para toparse a su término con escenas que uno creía olvidadas. La voz de María del Monte te persigue desde Plaza de la Constitución pero se la puede esquivar por calle Nueva y seguir los ecos de la nueva Free Soul Band. En Plaza de las Flores suena Satisfaction y hasta los árboles buscan a Mick Jagger bajo su sombra. No hay consuelo. Dicen que estuvo de espectador en Los Juegos Olímpicos.

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