Festival de Teatro de Málaga

Más teatro para ver de cerca

  • Más allá de su función de escaparate nacional, el Festival de Teatro de Málaga permite tomar el pulso a la escena local en cuanto a producción, proyección, ambición y oportunidad

Ángela Chica en 'Mirona', de Paco Bernal.

Ángela Chica en 'Mirona', de Paco Bernal. / Óscar Arribas

En una costumbre ya asentada y nacida de la determinación de hacer de la necesidad virtud, el Festival de Teatro de Málaga presenta para su trigésimo sexta edición, que se celebrará del 6 de enero al 13 de febrero, un amplio menú que aúna un amplio escaparate nacional con buena parte de las obras más interesantes que se han estrenado en España en la última temporada, junto a una remesa de producciones locales en la que destacan algunas de las compañías más punteras de la escena malagueña, en muy diversos grados de veteranía. Por eso, y de nuevo, aunque los espectadores presten en su mayoría una inclinación natural a ver a José María Pou, José Sacristán, El Brujo, Concha Velasco o Aitana Sánchez-Gijón, el certamen cumple con su función de trampolín respecto al teatro más cercano y, también, permite tomar el pulso a esta escena próxima, la que diariamente sostienen las compañías de aquí, a tenor de diversos criterios como producción, proyección, oportunidad, ambición y conexión con ese misterio llamado público. En un medio teatral, el malagueño, en el que un proyecto como Factoría Echegaray ha dejado sensaciones agridulces entre los creadores (sobre todo a la hora de que los proyectos financiados tengan vida más allá del estreno, lo que no deja de ser un problema endémico del teatro malagueño) y en el que continuamente aparecen y desaparecen ciclos, pequeños festivales, experiencias, salas y alternativas que desdicen a quienes piensan que todo está inventado, el Festival de Teatro aparece, de nuevo, como un instrumento de evaluación y definición del paisaje. Lo que no es precisamente poco.

De entrada, resulta significativo que esta suerte de ciclo local dentro del festival, alojado en el Teatro Echegaray, haya sido escogido de nuevo por algunas de las compañías malagueñas de mayor proyección para la presentación de sus nuevos proyectos (si un festival se define como tal a partir de los estrenos absolutos que acoge en su cartel, conviene recordar que seis de los siete anunciados para la próxima edición del Festival de Málaga son netamente malagueños; es decir, sin la cuota local no habría festival). Así, Tenemos Gato, la agrupación que sostienen Cristina Rojas y Homero Rodríguez con un ya más que notable recorrido, estrenará el 25 de enero su nueva obra, La perra, después de haber obtenido un enorme éxito con su anterior montaje, Felicidad, todo un hito en la cartelera madrileña con nominación a los Max incluida. Del mismo modo, El Espejo Negro se rinde homenaje a sí mismo con la nueva creación de Ángel Calvente, Espejismo, un juego de teatro dentro del teatro que remite en gran medida a los orígenes de la compañía de marionetas (a la vez que los reinventa) y que se vestirá de largo ante el público los días 1 y 2 de febrero. Entre los regresos, eso sí, pocos despiertan la expectación del último proyecto de Caramala, La plaga, una nueva obra de Sergio Rubio (autor fetiche de la compañía, en constante y feliz complicidad con el trío de actrices) que esta vez ha dirigido desde Madrid uno de los más excitantes revulsivos del teatro español en los últimos años, el malagueño Chiqui Carabante. Esta comedia irreverente sobre la verdadera plaga de nuestro tiempo, los grupos de wasap de padres de alumnos escolares, se estrenará el 4 y 5 de febrero y promete un largo recorrido posterior por la geografía teatral española. Por cierto, una de las integrantes fundadoras de Caramala, Noemí Ruiz, en la cresta de la ola gracias a su trabajo en la serie Allí abajo, estará también en el Echegaray el 18 y 19 de enero junto a Jon Plazaola en la comedia Mandíbula afilada de Carles Alberola.

Asun Ayllón y María José Parra, en 'No es país para muy viejas' Asun Ayllón y María José Parra, en 'No es país para muy viejas'

Asun Ayllón y María José Parra, en 'No es país para muy viejas' / Teatro Cervantes / M. H.

Del mismo modo cabe saludar la última obra de Paco Bernal, Mirona, actualmente en cartelera en Madrid (con la bendición del público y la crítica) y que protagoniza Ángela Chica bajo la dirección de Juan Vinuesa, una prometedora inyección de alto voltaje que podrá verse el 6 de febrero. Asun Ayllón y María José Parra brindan por su parte un duelo de índole beckettiana en No es país para muy viejas el 17 de enero, mientras que el 11 y 12 del mismo mes la compañía Jóvenes Clásicos, fundada por el actor malagueño José Carlos Cuevas (habitual en las producciones del Centro Nacional de Teatro Clásico), presentará su adaptación del calderoniano A secreto agravio, secreta venganza, premiada en el Festival de Almagro y ya representada en plazas como Londres y Montevideo además de diversos teatros españoles. En una cuerda bien distinta, el Nuevo Teatro Musical del incombustible Nacho Doña propone para el 22 y 23 de enero Verne: futuro y ficción, aproximación al genio visionario con la dirección de Franc González y Manuel Rueda. Y en cuanto a la creación más joven, cabe destacar ¡A morir se ha dicho!, el espectáculo con el que la compañía Re-Danza ganó la última edición del certamen MálagaCrea (16 de enero); y la última (y esperada) creación de Cristian Alcaraz, Viril, un proyecto alumbrado al alimón con Ramón Gázquez que se presenta como un “documental escénico sobre terrorismo y nuevas masculinidades” y que cuenta con la participación de Alessandra García y Bass Seimic (30 de enero). García, por cierto, recupera este año su Chaquetera (21 y 22 de enero) en los camerinos del Cervantes para grupos reducidos. Y siempre cabe volver a disfrutar con David García-Intriago y su Hambre cervantina durante todo el festival en el Museo del Vino. Sobra, pues, diversidad. El reino, aún hay que ganarlo.

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