Cultura

Joaquín Polo, realizador: "Hay que enseñar las batallas culturales de las izquierdas latinoamericanas a las europeas"

El realizador y asesor político Joaquín Polo en la plaza de la Marina, este miércoles.

El realizador y asesor político Joaquín Polo en la plaza de la Marina, este miércoles. / M. H. (Málaga)

Joaquín Polo no teme al posicionamiento ideológico. El realizador argentino-español, especializado en filmación documental y tecnopolítica, viene de presentar el pasado viernes su último trabajo, Que tiemble el universo, acerca del avance de la derecha en América Latina, en el Parlamento Europeo junto a Podemos Exterior. Antes, dirigió otros mediometrajes como Ríos de la Patria GrandeVicentín, de gran empresa a gran estafa; fue asesor en la comisión de Cultura de la Cámara de los Diputados de Argentina y coordinó el foro El cine detrás de la pantallas: Revitalizar los lazos comunitarios y crear cultura, que tuvo lugar en altas instancias europeas. Actualmente, se encarga de crear contenido para órganos estatales y de asesorar en materia de comunicación a personalidades de la izquierda argentina y otros países. Este miércoles, volvió a presentar su documental más reciente en un acto de Podemos Málaga. 

-Ha dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a cuestiones de ámbito social en lo que a proyectos audiovisuales se refiere. ¿De dónde le viene esa inquietud?  

-Nací y crecí en Argentina, aunque también soy español, y allí la cuestión colectiva por tradición e historia se respira en la calle. Durante mi infancia y preadolescencia la crisis de 2001 me influyó. Además, tuve una familia muy polarizada: del lado paterno hacia la derecha, casi extrema, y del lado materno hacia el peronismo; escenificando la famosa grieta. La acción siempre me atravesó de algún lado, y yo terminé entendiendo que la herramienta que necesitaba para expresarme y hacer un aporte a la comunidad era la comunicación política. Además, desde pequeño tuve un interés grande por la imagen, por lo estético, por lo que se ve. Pero al mismo tiempo una gran sensibilidad por los temas sociales. Así que decidí combinar ambas cuestiones. 

-De hecho, la cinta plasma una visión muy definida de Argentina, Brasil, Colombia y Chile. ¿Cuáles han sido los criterios de elección para escoger estos países?

-En primera instancia, nunca he escondido de dónde vengo o cuál es mi posicionamiento. Al contrario, me gusta ser claro y transparente. Muchos se esconden detrás de cierta neutralidad cuando en realidad responden a intereses concretos y generalmente alineados con el conservadurismo. El documental tiene una visión muy específica y plantea mi verdad, que es una de las verdades posibles; no creo en las versiones únicas y, de alguna forma, las combato. La elección de los países tiene que ver con un recorte necesario, con empezar por cuatro ejemplos clarificadores: de cómo operan los medios, los poderes económicos, el poder judicial y los tradicionalistas. Los casos de Cristina de Kirchner, Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric me parecían interesantes para analizar y dar a conocer en detalle. Por supuesto que hay muchos más: Ecuador, México, Bolivia... Son países que en algún momento me gustaría agregar. Hay mucho por contar. 

-También deja a un lado a otros igualmente convulsos y que cumplen con la mayoría de sus requisitos como Nicaragua, Venezuela, Cuba o Haití. ¿Nunca se ha planteado incluirlos? 

-La temática general tiene relación con el avance de la derecha en un contexto en que el progresismo le da lucha y donde ésta se presenta de una forma más violenta desde su constitución y hasta el entramado que va construyendo. Me parecía que los cuatro países escogidos tenían contradicciones neoliberales fuertes, historias similares y la base necesaria para plasmar mi mirada. Los que mencionas tienen otras complejidades que no niego para nada, pero no entraban dentro de lo que quise mostrar en Europa. Con lo que hay que quedarse es con enseñar las batallas culturales de nuestra izquierda para que puedan servir de paradigma. 

-En otro orden de cosas, resulta sencillo relacionar sus filmes con corrientes como el nuevo cine latinoamericano o con lo que algunos investigadores han llamado contrainformación. Ambos, en cualquier caso, poseen un gran afán contracultural. ¿Qué diferencias encuentra en estas formas respecto a los medios tradicionales? 

-Primero de todo que no está financiada por los grandes poderes. El nuevo cine latinoamericano es una tradición de los 60 y 70 insertada en una dinámica mundial: el nuevo cine francés, con la nouvelle vague, de la que Jean-Luc Godard, que murió recientemente, era uno de sus grandes maestros; el nuevo cine alemán, el nuevo cine estadounidense... Nuestra tierra no se quedó atrás y propuso algo nuevo: incorporar el elemento político y popular en sus producciones, que respondía a una realidad concreta de violencia, golpes, gobiernos militares... Empieza a entenderse el cine como un arma, no una que dispara balas, sino ideas capaces de despertar conciencias en quien lo ve, y de ahí parto yo. Tomo esas técnicas y las traigo a la actualidad bajo otras formas como las redes sociales o los documentales. Es un cine que va dirección contraria a la información dominante proporcionada por los grandes centros de poder y que se hace al calor de los acontecimientos. 

-Reivindica ciertas banderas de la izquierda latina como el antimperialismo o la lucha contra el  neoliberalismo. ¿Qué cree que se puede hacer en este sentido desde la comunicación por parte de las instituciones? 

-Es fundamental dar la batalla ideológica, que se libra en un campo en el que las víctimas, por decirlo de alguna forma, son los ciudadanos de a pie: construir una red potente, una agenda y un sentido común; lo que se dice en la calle y los cafés tiene que estar relacionado con lo que se va construyendo a nivel mediático. Y, por otro lado, romper la hegemonía y la concentración mediática. A través de estrategias de información en el caso de los gobiernos y a través de los partidos en el caso de los grupos de oposición; o con leyes que ayuden a una mejor convivencia democrática en el sentido de las ideas. 

-¿Faltan, entonces, más expertos en esta área? 

-Expertos hay, pero falta mayor conciencia de la importancia de la comunicación. 

-No obstante, en los últimos años los altos cargos de las administraciones públicas han virado en la mayoría de estos países, también en España, desde una masa funcionarial general a un totum revolutum de asesores con amplias nociones comunicación; ambos nombrados a menudo de forma discrecional. ¿No es, pues, un oxímoron que haya más personal y todavía un rendimiento insuficiente?

-Desconozco como funciona puntualmente en cada país. Lo que sí sé y entiendo es la importancia de multiplicar las voces. Es necesaria una cuestión más amplia que tiene que ver con la producción y la difusión. Probablemente falte mayor articulación para que llegue a los ciudadanos. 

-Su trabajo muestra el intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández. ¿A su juicio a qué se deben este tipo de atentados contra la autoridad? 

-En Argentina hubo un bombardeo mediático picando la cabeza de las personas en relación a la figura de Cristina de Kirchner. Decían que era una ladrona, que debía ir a la cárcel, que estaba loca... La gente incluso salía a la calle a gritar que la matasen; colgaron horcas y guillotinas con su figura... Una cantidad de cosas inenarrables. Fueron años de desgaste durante su gobierno por parte de la oposición y de los medios; que inocularon un odio en la sociedad que ha terminado en que alguien intentase matarla. De hecho, tenía todo el documental armado y no había más que incluir las imágenes del disparo fallido. El otro relato ya estaba. Éso sólo fue la ejemplificación más concreta. 

-¿Aplica su anterior teoría a lo ocurrido con líderes de distinto signo político como el apuñalamiento de Jair Bolsonaro? 

-Creo que responde a que la grieta es un negocio. Vivimos en un mundo donde las teorías se posicionan con tanta fuerza y se les da tanto espacio a los discursos de odio que hay reacciones de un lado y del otro. El negocio del rencor es independiente.

-Aborda además el lawfare, que no es otra cosa que la judicialización extrema con fines erosivos y, según la cinta, desde los partidos de oposición de la derecha hacia los gobiernos progresistas. ¿No piensa que este fenómeno sigue una lógica más bien bidireccional?

-¿Por ejemplo? De los casos contrarios ya sabemos mucho, y también hay tergiversaciones fuertes sobre ésto. Mi postura tiene que ver con mi mirada. No discuto que no existan, sólo estoy presentado lo que nadie hace.

En el documental usted mismo concluye que "las crisis traen oportunidades y siempre algo nuevo surge". ¿Qué nuevo horizonte se les presenta a los países en cuestión? 

-Es un horizonte interesante. Brasil tiene elecciones en un mes, Chile va a seguir peleando por una nueva constitución, Argentina tiene elecciones el año que viene y Colombia abrió un proceso de cambio después de años de sometimiento. Sin futurología, creo que se vienen momentos para prestar atención. Aunque no se puede saber: pensaba que la Carta Magna de Pinochet se iba a dar de baja y no sucedió. Latinoamérica tiene dinámicas de cambio mucho más rápidas que Europa. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios