Exposiciones en Málaga

El Museo Carmen Thyssen Málaga abraza el surrealismo de Max Ernst

  • La Sala Noble del centro inaugura el 14 de junio una muestra con las 34 estampas de la 'Historia natural' del artista

Una estampa de Max Ernst incluida en su 'Historia natural' (1926).

Una estampa de Max Ernst incluida en su 'Historia natural' (1926). / Málaga Hoy

Figura fundamental del surrealismo y emblema del devenir del arte en el siglo XX, el artista alemán nacionalizado francés Max Ernst (1891-1976) es uno de los referentes del movimiento que ha dejado una mayor influencia en los creadores contemporáneos, en virtud de una estética onírica y de enorme poder de evocación compartida y respetada desde los cauces más insospechados. Comulgante con la revolución dadá ya en la década de 1910 en virtud de su amistad con August Macke (miembro del reputado colectivo El Jinete Azul, del que sin embargo Ernst, más arrimado al arquetipo del llanero solitario, nunca formó parte), el artista se instaló en París y abrazó el surrealismo de manera harto singular, a través de un universo poblado de criaturas fantásticas e inquietantes presencias humanas situadas en alegatos ucrónicos (un universo que tuvo su otro gran exponente en Leonora Carrington, discípula y amante de Ernst antes del matrimonio de éste con la también artista Dorothea Tanning) que quedó grabado a fuego en el imaginario de varias generaciones. Max Ernst protagonizó una memorable exposición en el Museo Picasso Málaga en 2008 y ahora vuelve a la ciudad, en esta ocasión al Museo Carmen Thyssen, con una muestra que protagonizan las 34 estampas recogidas en el portfolio Historia natural (1926), publicado por la galerista Jeanne Bucher en París.

Tal y como recordaron desde el Museo Carmen Thyssen, donde se inaugurará la exposición el próximo 14 de junio, las láminas incluidas en Historia natural constituyen "un ejemplo extraordinario de la técnica del frottage, inventada por Ernst en el verano de 1925 y que en su exploración 'más allá de la pintura', como el propio artista la definió, le permitió componer dibujos de manera azarosa e inesperada al frotar un lápiz sobre un papel dispuesto sobre materiales con texturas diversas. Las imágenes resultantes, fortuitas y sorprendentes, convertían al artista, decía Ernst, ya no en creador, sino en mero observador del resultado obtenido de manera automática, invocando así la forma de creación inconsciente e irracional defendida por el movimiento surrealista". El frottage permitió así a Ernst conferir una apariencia real a imágenes fantásticas y perturbadoras que para colmo no obedecían a una invención imaginaria, sino que emanaban de la realidad en sí: esta paradoja ofrecía una respuesta procedimental apropiada a las inquietudes que Ernst, formado como psiquiatra, había desarrollado en torno a los límites de la percepción de lo real tras la Primera Guerra Mundial.

El artista deslizaba así su lápiz sobre las más variopintas superficies naturales (tablones de madera, cordeles, mallas metálica, papel arrugado y cortezas de pan, entre otras) hasta obtener imágenes imposibles dotadas sin embargo del mismo aura de objetividad del que presumían en la época los tratados científicos, circunstancia que aprovechó Ernst para jugar y desvirtuar el género ya en el mismo título de su carpeta. Eso sí, para la edición de los trescientos ejemplares de la tirada original, los dibujos originales de Ernst se reprodujeron con un proceso fotomecánico, la fototipia, el más utilizado hasta los años 30 del siglo XX, para su edición en un libro prologado por el escultor Jean Arp. Será esta edición la que podrán disfrutar los visitantes del Museo Carmen Thyssen; suficiente, en todo caso, para advertir el proceloso camino a la realidad de un surrealista enfermo de fantasía.  

 

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