En 2015, el PP obtuvo 123 escaños (los mismos que ahora el PSOE) y Ciudadanos 40, entre ambos sumaron dos escaños menos de los 165 que en este momento reúnen PSOE y UP. Como todos recordamos, al no conseguir Rajoy los apoyos necesarios, ni prosperar el pacto alcanzado entre Sánchez y Rivera ("cómo hemos cambiado"), volvimos a las urnas. De nuevo ganó el PP con catorce escaños más, mientras PSOE y Ciudadanos perdían cinco y ocho respectivamente. De lo que se puede deducir que los electores impugnaron de alguna forma aquel primer, y único, pacto transversal alcanzado en el nuevo contexto multipartidista. Finalmente fue la abstención socialista la que hizo posible la investidura del ganador, evitando llevar al país a unas terceras elecciones. Un ejercicio de responsabilidad de la dirección del PSOE que, como es sobradamente conocido, costó muy caro a quienes tomaron aquella decisión: para barrerlos del mapa, le bastó al opositor Sánchez agitar entre las bases la bandera del "no es no". Con tales antecedentes resulta fácil entender la actualidad. En esta cultura política, los dirigentes de los partidos aman la confrontación y detestan los consensos y los electores, por su parte, alimentan dicho instinto.

Es frecuente oír o leer a politólogos y analistas interpretar la dispersión del voto como una llamada a los partidos para que se entiendan. Lo dudo. Precisamente la negativa de aquellos a llegar a acuerdos entre fuerzas de distinto signo ideológico es -odios y sectarismos aparte- por el temor al reproche de sus electores. Cerrada la vía de pactos transversales, tampoco los bloques ideológicos han sumado, en las tres últimas elecciones, mayorías suficientes por sí mismos. El PSOE como ganador, tendrá que conseguir apoyos más allá del espacio natural de la izquierda, que si bien podrían servirle para la investidura acabarían complicándole la vida…. y la gobernabilidad. Sánchez es consciente de que tales apoyos son sumandos que acabarán restando. Tampoco puede esperar lo imposible: que PP o C´s hagan lo que el PSOE hizo en 2016, su patriotismo no da para tanto. Algo falla si después de tres elecciones seguimos atascados. Quiero decir, algo más de lo obvio. Las diferencias entre el bipartidismo y lo de ahora son más que evidentes. Por ejemplo, habría que cambiar el procedimiento de investidura: el que tenemos está pensado para grandes mayorías y en el actual contexto político es de imposible aplicación.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios