Coartada Bárcenas

Es difícil pensar que el elector que tuviera decidido votar al PP desistiera de hacerlo ante las noticias de estos días

Fue Franco el que, después del atentado a Carrero Blanco y en su discurso de fin de año, afirmó que no hay mal que por bien no venga. Intentaba el dictador con este contradictorio aforismo encontrar algo positivo en la muerte de su más enfervorizado colaborador. Algo parecido, salvando distancias materiales y temporales, es lo que podría pensar Pablo Casado ante el enésimo estallido del escándalo protagonizado por Bárcenas. Que de nuevo aparezcan en primera línea informativa las prácticas corruptas del PP es indudablemente un mal para la dirección del partido conservador. No es agradable ver de nuevo en los titulares de los medios las acusaciones de financiación irregular, de sobresueldos y de confiabilidad B. Por eso intentan culpabilizar de esta nueva oleada de escándalos al Gobierno, la judicatura, la fiscalía y la invisible mano de la conspiración social comunista. Todo antes que asumir responsabilidades y errores. Pero que este anuncio de nuevas pruebas represente un hándicap en su campaña electoral catalana es algo bastante más discutible. Sinceramente, es difícil pensar que el elector que tuviera decidido votar al PP desistiera de hacerlo ante las noticias aparecidas estos días sobre las amenazas de ese señor del que usted me habla. La manta interminable de Bárcenas se ha convertido en un clásico de la política española que, a estas alturas, a nadie puede sorprender. Pero esta incómoda situación para la cúpula popular puede servirle de coartada para justificar su probable descalabro electoral de hoy. Si esto ocurre es evidente que en las explicaciones postelectorales el actual juicio oral contra el extesorero van a ser esgrimidas como elemento causal del resultado. Pero lo cierto es que la política en Cataluña poco o nada puede cambiar con este procedimiento y su acompañamiento mediático. La realidad es que el PP está en la actualidad desplazado a un rincón del tablero político y disputándose el espacio con Vox. Y eso no es debido a ningún escándalo sobrevenido, sino a su desafortunada política inmovilista, sin horizonte y sin intención de suavizar la áspera política catalana. El PP se ha convertido en Cataluña en un partido casi marginal, luchando por su supervivencia política y temiendo que Vox, con un discurso parecido, pero más vocinglero, le termine de recortar su escaso espacio político. Posiblemente esta será la causa del resultado electoral, pero siempre es bueno que exista un "niño-Bárcenas" al que echarle la culpa.

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