Debilidad democrática

El catastrofismo está de moda, pero nunca fue la solución y solo sirve para el pesimismo y la resignación

El catastrofismo está de moda. Una visión negativa del futuro siempre tiene buena acogida y sitúa al autor del análisis en un nivel aceptable de conocimiento y preparación. Por el contrario, el optimista que se atreve a conjeturar esperanzas en el porvenir no solo lucha contracorriente, sino que corre el riesgo de pasar por ser un ignorante. Hay una opinión generalizada que abona una visión negativa con augurios preocupantes sobre la pervivencia del propio sistema democrático, que se ve amenazado por planteamientos populistas y autoritarios.

Pero el alarmismo nunca fue la solución y el catastrofismo solo sirvió para extender un espíritu de pesimismo y resignación. Es cierto que están apareciendo propuestas con descarados contenidos autoritarios, apoyados en propuestas populistas y nacionalistas de formulación muy primaria. Pero la forma de combatirlos no puede ser magnificar su importancia ni recrearse en su pretendida e imparable extensión. La defensa de los principios democráticos está en el fortalecimiento de su propio comportamiento. Que un sector minoritario de la sociedad comience a ver con buenos ojos propuestas autoritarias, xenófobas y racistas no se evita anunciando los grandes males que ese comportamiento puede suponer, sino tratando de reforzar el aprecio y valoración de los principios y mecanismos democráticos. Nos hemos instalado en debates políticos de poco nivel democrático, frecuentando argumentaciones políticas fáciles, de nulo rigor, abusando de ataques personales infundados, cuando no de manifiestas mentiras, y tratando a la ciudadanía con escaso respeto. Esta actitud, en su reiteración, va dejando un poso de desengaño y repudio en ciudadanos que nunca rechazaron el sistema democrático. Es en este bajo nivel de la disputa política, preocupada exclusivamente por el inmediato resultado electoral, donde habría que buscar las fragilidades de nuestro sistema y donde el renacido fenómeno de la extrema derecha no es más que una consecuencia. Por tanto, vigorizar el sistema democrático es el mejor camino para fortalecer lo que ahora parece amenazado. Antes de destacar los riesgos catastróficos, mejor sería aplicarse en dignificar la actual vida política, elevando el nivel de los debates, respetando la verdad por encima de la conveniencia coyuntural y tratando de mejorar el papel, la preocupación y la actitud de los protagonistas políticos. La actual debilidad democrática está más en las propias actitudes que en los ataque externos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios