Demasiados aspavientos

Todavía estamos en la fase del tacticismo mínimo que se acelera lentamente

Aunque la maraña de los acuerdos municipales entre los partidos de la derecha parece no tener fin, el foco del interés se centra casi exclusivamente en los pactos para la investidura del presidente del Gobierno. Hace más de dos meses que se celebraron las elecciones y hasta ahora los acercamientos para alcanzar un acuerdo han sido escasos. Surgen los nervios y comienza a aparecer en el horizonte el fantasma de las segundas elecciones; pero no conviene precipitarse. Es cierto que esta repetición de convocatoria es una posibilidad y que ya la tuvimos hace tres años, pero las circunstancias eran totalmente distintas. En aquella ocasión, el representante del partido más votado tomó la sorprendente decisión de renunciar a ser investido, con lo que complicó todas las salidas posibles y, además, la aritmética parlamentaria posibilitaba una alternativa distinta. Ninguna de estas dos cosas ocurre ahora y, por tanto, no parece probable ni conveniente que volvamos otra vez a tener que poner las urnas. Sería una decisión temeraria y un fracaso de difícil explicación.

Con frecuencia, las negociaciones postelectorales son el camino más largo para llegar al sitio más cercano. Así que no hay que impacientarse. Todavía estamos en la fase del tacticismo mínimo que se acelera lentamente. Los llamamientos del gobierno al PP y Cs para que se abstengan no dejan de ser una forma de señalar una posible aunque improbable salida, y poner a estos dos partidos ante sus propias contradicciones. Por más dificultades y presiones que sufra Albert Rivera no es previsible que su formación política cambie de planteamiento y acceda a permitir el gobierno de Pedro Sánchez. Y en idéntica situación, con menos problemas, se encuentra Pablo Casado. O sea que el camino por la derecha no es transitable.

Es en el entendimiento con la izquierda donde el PSOE va a encontrar el apoyo necesario, aunque -es bueno saberlo- no suficiente. En la forma de ajustar el acuerdo con Podemos en un gobierno de cooperación, o de coalición o de integración y en el nivel de responsabilidad en el que participe es el campo de juego inevitable en el que se van a desarrollar las negociaciones reales. No hay otro. Aún quedan días de incertidumbre hasta encontrar una fórmula que mantenga el equilibrio entre la participación y la cohesión gubernamental. Pero para ello sobran aspavientos y falta discreción.

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