El pasotismo de Rajoy ante las decisivas primarias de su partido es una prueba más de que el ex presidente se había convertido en una versión actualizada de la España que bosteza. Había ganas de pasar de un gobierno en blanco y negro a uno en color. Pero, tras la sorpresa, los problemas siguen ahí. Así como la dificultad de gobernar con ochenta y cinco diputados y el apoyo parlamentario de algunos de tus más directos contrincantes electorales. Esto, que es algo normal en países habituados al multipartidismo, nosotros lo dramatizamos. Si optamos por un sistema parlamentario fragmentado nos tendremos que acostumbrar a situaciones como la que se ha producido en la renovación del consejo de administración de la RTVE. Es una pena que las escasas muestras de ejemplaridad pública que se han dado en la política española -como el modelo de RTVE que se inició en la época de Zapatero- no haya sido imitada por los siguientes gobiernos, ni si quiera por el de su mismo partido. Aunque no parece que el electorado, al menos hasta ahora, haya sido muy exigente el inveterado vicio de los partidos de convertir las TV públicas en aparatos de propaganda.

Pero la verdadera roca en el camino del nuevo gobierno será el constante hostigamiento del secesionismo. No sólo por ser al más grave conflicto político al que nos enfrentamos, sino por que es el asunto que puede abrir una mayor brecha entre Sánchez y quienes apoyaron su investidura. La propuesta de Torras de hablar sobre un referéndum pactado sitúa al PSOE en una posición más próxima a su actual oposición que a la de sus "socios" parlamentarios. Por ahora, mientras el gobierno socialista hace gestos de distensión, el independentismo escenifica su vuelta las trincheras. Buscan otro uno de octubre. Torras llevará el lunes a Moncloa su habitual lloriqueo y su victimismo hipócrita y sobreactuado. Es el gran simulador: actúa ante el mundo como el gran ofendido mientras no para de ofender e insultar. Torras no quiere un interlocutor, necesita un enemigo. El independentismo se benefició del rechazo que provocaba la figura de Rajoy. Ahora pondrá a Sánchez en la diana. Para el nacionalismo el proyecto de construcción nacional no es otra cosa que el de la construcción del enemigo. Quizás algún día nuestras izquierdas tomarán consciencia de que su única tarea histórica frente al nacionalismo es la de, en palabras de Félix Ovejero, desmontar, moral y políticamente, la ficción independentista.

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