Impacientes y prudentes

El camino hacia la normalidad tampoco puede ser un buen momento para intentar ponerse medallas

Sorprende la rapidez y facilidad con que incluimos en nuestro vocabulario términos cuyo significado apenas sabíamos hace escasas semanas. Desescalar y desconfinar, términos que la RAE aún no ha incluido en su diccionario, forman ya parte imprescindible de nuestras conversaciones y expresan una de las preocupaciones y anhelos más extendidos entre la ciudadanía. Estamos entrando a una nueva etapa de este trágico proceso en la que divisamos la posibilidad de ir poco a poco recuperando la normalidad perdida. Y es también, posiblemente, el momento más delicado y difícil, porque basculamos entre la impaciencia de ir avanzando y la prudencia al temer que la precipitación nos pueda hacer caer en errores que podrían ser dramáticos. En este momento es necesario que los criterios técnicos y científicos sean los únicos fundamentos que barajen las autoridades sanitarias para decidir. La presiones en las redes sociales, de colectivos afectados o de agrupaciones profesionales no pueden ser elementos para resolver por muy legítimos que sean sus intereses. La propuesta de los expertos cobra así una trascendental relevancia que no puede ser sustituida por otros criterios de oportunidad o conveniencia. Para ello es importante que este comité no adquiera tintes de misterioso cenáculo que adopta propuestas incomprensibles. Se necesita que ese grupo científico que asesora al Gobierno cobre presencia y transparencia y que se esfuerce en explicar con la máxima claridad posible el porqué de sus decisiones. Esta será la mejor fórmula para trasladar seguridad y confianza a la sociedad.

Este proceso, que va a generar tensiones, podría transitarse mejor si se evitaran defectos que estos días han aflorado. Es importante saber que es mejor no adelantar propuestas si no están suficientemente maduradas y estudiadas. Es mejor no contestar a una pregunta de un periodista que dar una respuesta precipitada. El camino hacia la normalidad tampoco puede ser un buen momento para intentar ponerse medallas y apuntarse méritos personales. Tampoco es una competición entre gobiernos autonómicos para ver cuáles van a ser los primeros en alcanzar el desconfinamiento y así lucirlo como un trofeo. Si a esto pudiera añadirse una oposición mínimamente empática y responsable que no utilice cualquier decisión o estadística como un elemento para desgastar y erosionar al Gobierno, posiblemente estos días que vamos a pasar entre la impaciencia y la prudencia podrían ser menos desapacibles.

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