Malagueño en Burgos

Esta gente no solo tiene una ciudad pensada para su disfrute, sino que además ni siquiera les falta el trabajo

Esta semana les escribo desde Burgos, un lugar singular, donde hace más frío en la calle que en las casas. Una curiosa inversión térmica, que hace que uno se vea forzado a quedarse en casa sin motivo, algo a lo que ciertamente cuesta acostumbrarse. Aunque no crean que la cosa fuera es menos extraña, las mesas de los restaurantes, por ejemplo, no están en la calle, están dentro de los propios restaurantes, otra chocante inversión. Al principio, cuando uno ve tanta gente dentro, piensa que hayan entrado al baño o a pagar, pero no, la costumbre se ve que es comer allí dentro, y resulta bastante raro, sobre todo por ver la calle tan solitaria y silenciosa, sin el ajetreo propio de los mesones. Sin embargo esta excentricidad sí que tiene alguna ventaja, deja una placentera sensación a la hora de pasear. Es como si toda la calle, tan espaciosa y diáfana, estuviera pensada para que la gente simplemente camine por allí. Por ende, en Burgos, por algún motivo que se me escapa, no debe haber ni un solo perro, porque no se ve una sola caca por el suelo. Ni una sola. No sé qué extraña crueldad explicará esto, pero el caso es que puedes pasear mirando a donde quieras, no necesariamente al suelo, y encima sin el riesgo de ser atropellado por una bandeja de fritura o aterrizar sobre la cena de una alegre familia teutona.

Pero más extraño aún que la ausencia de perros es la ausencia de turistas, eso sí que resulta inaudito. Tan solo encuentras algunos muy de vez en cuando, casi confundidos con la gente normal de Burgos. Y no solo es que hayan desaparecido los turistas, ha desaparecido prácticamente todo lo relacionado con ellos, como por arte de magia. Apenas hay tiendas de souvernirs, ni franquicias de comida, ni delegaciones de grandes museos, ni iconos arquitectónicos. Por no tener, no tienen ni un gran aeropuerto; tan solo parece haber sobrevivido una coqueta estación, sin ni siquiera centro comercial. ¿Y de qué vivirá toda esta gente si no hay casi turistas?, me preguntaba. Y fui a mirar el dato del paro de Burgos, encontrándome con la mayor de las sorpresas: ¡10,47%! Menos de la mitad que Málaga, ¿cómo es posible? Esta gente no solo tiene una ciudad pensada para su propio disfrute, sino que además ni siquiera les falta el trabajo. No veo el momento de volver a casa, aquí pasa algo muy raro.

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