Mientras escribo se celebra en el Parlamento de Cataluña el debate (es una forma de hablar) sobre la investidura de Pere Aragonés, que no se producirá ya que Junts ha anunciado su abstención. Estos han criticado con indignación que el candidato no haya centrado su intervención en la independencia sino en la política social o la lucha contra la Covid. Sólo les ha faltado espetarle a Aragonés si iba por "Rolex o setas". Tendrá que esperar a la próxima sesión para ser investido y, para ello, según afirman los ex convergentes, tendrá que romper la mesa de diálogo y reconocer al Consell de la República, teledirigido por Puigdemont, como órgano de dirección colegiada decisorio para determinar la hoja de ruta independentista. Que es como aceptar un gobierno por encima del gobierno. Así las cosas, parece evidente que las elecciones catalanas sólo han servido para algo tan improbable como empeorar las cosas. El propio Illa ha reconocido que el Gobierno de Pedro Sánchez equivocó su estrategia con el independentismo. Aunque no se pueda culpar al Gobierno por creer que, para evitar la violenta ruptura que pretende el independentismo, no queda otro camino que el discurso argumentativo y deliberativo. Cosas que sonaran a ingenuidad, pero que, de hecho, constituyen la sustancia y la esencia de la democracia. Me temo que el eje que divide la política se haya desplazado hacia quienes creen -a derecha e izquierda- que ésta sólo existe en el conflicto y quienes piensan que su función es resolverlos: o que la política no es la guerra por otros medios, sino su alternativa. Parece mentira que haya que andar recordando cosas tan obvias. Ya lo decía Dürremat: malos son los tiempos en los que hay que demostrar las cosas evidentes.

Mientras Cataluña espera la investidura de un presidente llamado a gobernar la inestabilidad, Madrid avanza hacia nuevas elecciones convocadas por razones oportunistas. Los antecedentes de adelantos electorales por tacticismo partidista son los que son: las razones de Ayuso recuerdan, en cierta medida, al referéndum del Brexit que convocó Cameron para resolver un conflicto interno sobre la pertenencia a UE, que dividía a los conservadores y daba alas a los ultranacionalistas del UKIP. Artur Mas adelantó unas elecciones por razones similares y acabó abriendo una crisis que una década después sigue abierta. Teresa May también salió mal parada de otro adelanto oportunista, etc. etc.

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