Parodia

Perdonen ustedes, pero es que el laberinto catalán es un filón inagotable de reflexiones y análisis

Perdonen ustedes, pero es que el laberinto catalán es un filón inagotable de reflexiones y análisis. En este torbellino de crispaciones y acusaciones es imposible sustraerse a comentar algún hecho, por más cansados que podamos estar del tema. Uno de ellos es la singular propuesta que el secretario general de Podemos ha hecho convocando una supuesta asamblea de electos para debatir sobre el problema catalán, obviando cualquier formalidad constitucional o reglamentaria. Se diría que Iglesias Turrión, algo preocupado porque su posición ante el conflicto estaba pasando desapercibida, se ha visto en la obligación de llamar la atención e intentar convertirse por unos momentos en el centro de la cuestión. No cabe duda que una de las especialidades de este diputado es reducir la política a espectáculo y el debate a gestos. En principio resulta paradójico que una formación que tiene serias discrepancias en su seno sobre la cuestión se sienta llamada a ser la fuerza política que ha de unificar los criterios de toda la oposición. Osadía se llama eso.

Sin duda, Iglesias ha echado mano de la historia en busca de un antecedente que lo justifique y así poder dar rienda su necesidad de protagonismo. Hace justamente un siglo (en 1917) en una situación conflictiva y con una reivindicación catalana no resuelta, el político catalán Cambó convocó, a espaldas de las Cortes, una reunión de parlamentarios buscando un foro para debatir. Pudiera pensarse que estamos en una coyuntura parecida, pero la radical diferencia es que mientras que en el antecedente histórico la Cámara permanecía cerrada y el presidente de Gobierno, Eduardo Dato, se negaba a abrirlas, ahora el Congreso tiene sus puertas abiertas, está en periodo de sesiones y en total actividad. Por tanto, tiene difícil justificación esta convocatoria pintoresca e irregular. Parece ser que los dirigentes de Podemos han sucumbido a la tentación de construir una realidad paralela, con un entorno más confortable y agradable en la que ellos sean el centro de atención, rodeados de afines y amigos coyunturales, donde vean triunfar sin obstáculo sus tesis. El riesgo es que este artificio lo confundan con la verdadera realidad. Pero lo cierto, eficaz y lógico es que los debates y discusiones políticas para que sean serias y efectivas tienen que producirse en la institución representativa de la ciudadanía española, aunque ahí todo sea más complejo y más difícil. A veces, cuando se trata de imitar hechos históricos, se corre el riesgo de convertirlos en parodia. Y éste es un caso.

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