Postales desde el filo

Patria

Lo único razonable que se puede esperar de ETA es su desaparición. O que el de hoy fuese el acto de capitulación

El Viernes Santo de 1998 se firmaron los Acuerdos de Belfast por los gobiernos británico e irlandés poniendo fin al "conflicto de Irlanda de Norte". En Transatlántico, una novela coral y de historias cruzadas, el novelista irlandés Colum MacCanann describe a través de unos de sus personajes, el senador norteamericano George Mitchell -que jugó un importante papel como enviado especial de Estados Unidos al proceso de paz- las complejas interioridades del mismo. No hace falta leer a McCanann para saber de las grandes diferencias entre el origen y la naturaleza del conflicto irlandés y la actividad de ETA. Aunque se pretenda una cierta analogía eligiendo el Sábado Santo para su patético anuncio de desarme y comunicar al mundo que ahora es una organización desarmada (o desalmada). Todo muy decepcionante: lo único razonable que se puede esperar de ETA es su desaparición. O que el de hoy fuese el acto de capitulación de quienes, desde hace tiempo, sólo son un grupo terrorista derrotado por la democracia y el Estado de Derecho. La fiabilidad de sus compromisos es ninguna. Según los expertos, ni los mismos etarras que hoy teatralizan en su siniestro acto su desarme conocen todos sus arsenales.

El escritor Javier Aramburu en su novela Patria desvela, con la paciente lucidez del entomólogo, el clima opresivo y totalitario en el que durante décadas ETA sumió a la sociedad vasca. La narración gira en torno a la cruel paradoja de que, tras el asesinato de un empresario, amigo de toda la vida de la familia de su asesino, son las víctimas las que se ven obligadas a abandonar el pueblo, mientras ven humillados como se venera al terrorista como un héroe local. Me he acordado de Bittori y de Txato, los protagonistas del relato de Aramburu, al ver que los etarras en su comunicado califican, con perverso sadismo, a sus víctimas de enemigos de la paz.

El acto de hoy indica que ni aceptan su derrota, ni reconocen el enorme mal causado, ni se arrepienten de sus crímenes: 829 asesinatos, 2.472 actos terroristas -197 atentados mortales sin esclarecer- secuestros, extorsiones, etc. Como dice Camus de uno de sus personajes: "Él mismo sabía que una vez que se comete un crimen invocando una causa no es posible renunciar a la causa sin asumir la condición de criminal". Por lo que vemos, a diferencia del Kaliayev de Camus, los asesinos de ETA no parecen sentir ni responsabilidad ni horror al mirarse la manos manchadas de sangre.

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