Poco o o nada parece que hayamos aprendido de las lecciones del pasado. La crisis del petróleo de los años setenta acabó con el consenso de posguerra, basado en políticas Keynesianas que hicieron posible la creación del Estado del bienestar, con crecimiento económico y pleno empleo. Aquella crisis, y sus efectos, facilitó la extensión de la doctrina neoliberal a través de sus máximos apóstoles: Reagan y Thatcher. Sus ideas acabarían arrinconando el Estado de bienestar e incluso al propio Estado, ya que para el neoliberalismo el mercado asigna mejor los recursos que las ineficientes políticas públicas. Las privatizaciones y la desregulación se impusieron para no limitar la "fuerza creadora" del mercado: cuanto más ricos fueran los ricos contribuirían con su prosperidad al bienestar de los pobres mejor que las torpes políticas públicas. El desarme de la fiscalidad minimizó las transferencias de rentas con consecuencias devastadoras sobre la cohesión social. Durante décadas, ese pensamiento mágico ha sido hegemónico en el mundo, una doctrina ideológica que nos condujo directamente al precipicio de la gran recisión de 2008 y sus devastadores efectos sociales, políticos y morales. Esos que podemos ver ahora mismo ojeando cualquier periódico.

Es esa misma ideología la que ha inspirado al presidente de la Junta en su "novedosa" política fiscal: una medida sorprendente ya que ni tendrá el menor efecto positivo para el conjunto de la economía, ni para la inmensa mayoría de los andaluces, incluyendo su millón y medio de recientes votantes. Lo de atraer a empresarios catalanes eliminando impuestos propios es una idea que la carga el diablo: si el apoyo a la independencia de Cataluña pasó de estar por debajo del 20% a casi el cincuenta con la crisis de 2008, fue precisamente porque el nacionalismo acertó con eslóganes como el de "España nos roba", convenciendo a muchos catalanes de que transferir recursos a las CCAA con menor nivel de renta era un despilfarro y una injusticia para Cataluña. La inevitable negativa del gobierno de Rajoy a la propuesta de Artur Mas de aplicar un sistema de cupo para Cataluña, como el que gozan vascos y navarros, fue la excusa de CIU para abandonar la centralidad y abrazar el independentismo. Con estos antecedentes, jugar ahora a hacer dumping fiscal a Cataluña son ganas de dar oxígeno al independentismo, cuando este pasa por su peor momento.

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