Polémicas interesadas

Estamos ante el primer Gobierno de coalición en España y que por tanto hemos de habituarnos

Es cierto que estamos ante el primer Gobierno de coalición en España y que por tanto hemos de habituarnos a que surjan diferencias en el ejercicio de su actividad. Pero esta verdad irrefutable no puede servir como la gran razón que justifique el rosario de desencuentros al que asistimos con excesiva frecuencia. A nadie debe extrañar que en un el consejo de ministros afloren diferencias de criterio o intereses en torno a determinados temas e, incluso, se produzcan alineamientos permanentes encontrados; no habría nada que objetar a este hecho y sería bueno incorporarlo a la normalidad democrática siempre que estos desencuentros se produjeran en torno a temas determinados, de forma puntual y con un tratamiento discreto y mesurado. Pero no es así. Llama la atención la facilidad con la que estas desavenencias saltan a la esfera pública y se convierten en la noticia política del día, opacando otras actividades del Ejecutivo, posiblemente de mayor trascendencia. La responsabilidad en las discrepancias pueden ser compartidas entre los dos sectores del Gobierno, pero existe una sustancial diferencia en el tratamiento mediático que de estas cuestiones hace cada uno de los partidos que lo componen.

Y es que se tiene la impresión que para Unidas Podemos estos enfrentamientos y su traslado a la opinión pública no son un accidente que sería bueno evitar, sino que forman parte sustancial de su estrategia política y constituyen uno de las principales elementos para marcar su perfil ideológico diferenciado. Es más, lo que en ocasiones trasladan algunos componentes de esta formación con su actitud es que su presencia en el Gobierno no es un fin en sí mismo, y por tanto la mejor forma de mejorar la gestión de los asuntos públicos, sino que esta actividad es solo un medio para tener notoriedad e ir aumentando su influencia electoral. De ahí que a la vez que se detecta una especial avidez en subrayar las diferencias con el PSOE, afecten o no a la gestión gubernamental, se trasluce inevitablemente el escaso apego que algunos de sus titulares sienten por la gestión de sus propios ministerios, en ocasiones prácticamente desconocida. El problema es que estas continuas discrepancias debidamente aireadas y explicitadas trasladan una imagen distorsionada de la realidad política y perjudican no solo a una parte del Gobierno, sino que también a la credibilidad de los gobiernos de coalición que en una democracia parlamentaria deben ser en moneda corriente.

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