Es un clásico que el PP, casi siempre, sea refractario a cualquier reforma, la critique, se oponga a ella para al final aceptarla resignadamente y a rastras. Esto es lo que también ha pasado con el sistema de elecciones primarias. Fue mucho el desdén y las críticas con las que la derecha recibió este método de elección interna para al final asumirlo sin ningún entusiasmo.

Pero este tipo de elección comporta un ejercicio de transparencia y en esta primera fotografía real la imagen que ha aparecido no ha sido muy favorecedora. Ha causado sorpresa, casi estupor, que los cacareados y celebrados 800.000 militantes del partido más numeroso de Europa se haya visto reducido a la más que discreta, casi ridícula, cifra de 60.000. Al parecer, era una pura ficción, un falso y burdo maquillaje que ha quedado al descubierto y ha mostrado que en el departamento de la militancia de este partido también existía una contabilidad B. Muchas han sido las rebuscadas razones que han intentado darse para justificar este engaño, pero parece evidente que ni existe ni existió ese número de afiliados del que tanto han presumido.

La otra fotografía que tampoco les ha favorecido ha sido el método ideado para la llamada segunda vuelta, que sólo puede servir para complicar y retorcer los resultados del jueves pasado. Es difícil de entender esta mezcla electoral por la que por un día se les ofrece a los afiliados inscritos el protagonismo de elegir a sus dirigentes y al siguiente se les quita la palabra para dársela a unos compromisarios que a estas alturas ya nadie sabe a qué número de militantes representan. Este sistema tan alambicado es la mejor expresión de la resignación y desconfianza con la que el PP ha aceptado las primarias y la necesidad que siente el aparato de tutelar y controlar a sus exiguas y desalentadas bases. Si estos compromisarios se limitan automáticamente a ratificar lo votado por los militantes no tiene sentido este trámite y si, en función de alianzas y pactos, se altera el resultado de la primera vuelta, las críticas de legitimidad surgirán desde el primer momento. No sé cuál será el final de este enredo, pero desde luego lo que parece evidente es que al PP todavía le queda mucho margen de mejora en su sistema electoral interno.

Si a esto añadimos las elecciones-exprés convocadas por Cs en Andalucía sin campaña ni urnas ni prácticamente candidatos, comenzamos a llamar primarias a cualquier cosa.

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