El inicio de las Catilinarias de Cicerón: "Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra", me viene a la cabeza, de los lejanos años de mi escaso latín escolar, cada vez que oigo desbarrar al vicepresidente Iglesias. Sobre todo, se lo deben preguntar los miembros socialistas del gobierno, aunque sepan resignados que seguirá abusando ya que sin Iglesias no hay gobierno: no tanto porque Sánchez esté dispuesto a cualquier cosa por mantener el poder sino, más bien, porque nuestro parlamento es incapaz de encontrar una fórmula alternativa. Sánchez lo trató de evitar: convocó elecciones, con un mensaje más centrado, esperando que una parte importante del caudal de votos que perdía Rivera acabase en el PSOE. No fue así y en un alarde de pragmatismo anunció, inmediatamente después de las elecciones, su coalición con UP. Para formar el único gobierno posible, tras tres elecciones consecutivas. Por ello, si Sánchez cesase a Iglesias, como se pide con toda la razón, el gobierno no resistiría y en nuestro sistema institucional ni Felipe VI tiene los poderes de Mattarella, ni un Draghi al que recurrir.

Dicen Kastrev y Holmes en La luz que se apaga que "el retraimiento de la gente en atrincheradas comunidades nacionales y étnicas es una de las consecuencias del populismo y de la guerra identitaria contra el universalismo". Qué hace Iglesias metido en esa guerra como líder de una fuerza que dice estar a la izquierda de la izquierda. Qué tiene que ver el progresismo con el lodazal de tribalismo y fundamentalismo nativista y su pozoñosa división entre el "ellos" y "nosotros". Y qué tiene que ver todo eso con la igualdad, la fraternidad y la solidaridad. Iglesias, con su sumisión a Otegui, Puigdemont o al ministro ruso de exteriores, me recuerda a esos babosos que le ríen las gracias al matón de la clase. Lo que les une es su voluntad de acabar con lo que llaman el régimen del 78, que no es otra cosa que el sistema constitucional que nos ha convertido en una de las mejores democracias del mundo. Ese insano afán de división y de desprecio al orden constitucional es un problema difícil de resolver si lo tienes sentado en el Consejo de Ministros. Cómo un vicepresidente del gobierno puede estar del lado de los que quieren fragmentar el Estado y con ello la cohesión social y la unidad fiscal que permite financiar servicios públicos iguales para todos. ¿Quosque tandem…

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