Existe la pretensión de que la Transición política sirva de coartada para justificar la pervivencia de símbolos que no deberían tener encaje con una sociedad democrática. Algo así ha esbozado el ex presidente Aznar cuando, con su permanente irritación política, ha sentenciado que la intención del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos es un atentado al espíritu de la Transición española. Esta original teoría abona la tesis de que el Estado español no puede ser plenamente democrático porque así se pactó desde sus inicios. Se trata de presentar este periodo como un pacto entre demócratas y nostálgicos del franquismo para instaurar un régimen político a caballo entre estas dos pretensiones. Y nada más alejado de la realidad.

La Transición fue la búsqueda de un compromiso político para establecer un régimen plenamente democrático mediante la redacción de una Constitución de consenso. Era difícil, pero se consiguió, encontrar un texto que fuera apoyado por comunistas y democratacristianos, por socialistas y liberales, por los partidarios de un estado federal y uno centralizado. Ese fue el verdadero sentido y espíritu de la Transición. En ningún caso se trató de pactar con los nostálgicos del sistema autoritario que pretendían el mantenimiento del régimen franquista. De hecho, los resultados electorales de los primeros comicios democráticos dejaron claro cuáles eran las preferencias políticas de la sociedad española.

Es cierto que en los primeros años de este periodo democrático se tuvo que recurrir a la excesiva prudencia y cautela para evitar que una parte del Ejército español, abonado entonces a las teorías autoritarias, pudieran dar al traste otra vez con el nuevo camino de libertad. Esta singularidad fue la que permitió que instituciones, personajes y edificios prorrogaran su existencia más allá de lo razonable. Pero superada esa complicada etapa no existe ningún motivo, pacto o acuerdo que aconseje que el Valle de los Caídos siga siendo un homenaje al dictador y a los vencedores de la Guerra Civil o que perviva el título nobiliario de ducado de Franco o que incluso se mantengan reconocimientos y medallas a personajes que se destacaron en su día por su irrefrenable inclinación a la tortura. Es el espíritu de la Transición y lo que esta significó para España el que aconseja superar de forma definitiva esos resquicios del trasnochado franquismo. Lo contrario es releer la historia de forma sesgada.

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