Como en la película Macht Point, de Woody Allen, cuando el anillo que rodaba por el pasamano de la barandilla podía caer a una parte u otra del puente, el resultado de las elecciones a la Comunidad de Madrid podría haber dado el gobierno a Díaz Ayuso o a Gabilondo. Este fue el más votado, pero la popular sumo cuatro escaños más para ser investida. Algo más de un tercio de los electores se abstuvieron. Una situación muy normal en democracia. Lo singular de este caso es el radical contraste entre la personalidad política de los aspirantes: la diferencia entre el rigor humanista e ilustrado de Gabilondo y el populismo atolondrado de Aguayo es como la noche y el día. Lo que permite pensar en lo distinto que serían las cosas de haber caído el anillo del otro lado. Con ella de presidenta, muchos de los acontecimientos políticos de la comunidad parecen sacados de un guion de Azcona y Berlanga. El problema es que, en las actuales circunstancias, la astracanada tiene poca gracia ya que se trata de la presidenta de la Comunidad Autónoma que padece el mayor foco de la pandemia en España y una de las capitales más afectadas del mundo. Haber optado, en tan dramáticas circunstancias, por erigirse en ariete de su partido en una operación de acoso y derribo contra el gobierno de la nación, no es más que una manifestación de su indigencia política y moral.

Debería explicar mejor su apoyo a las caceroladas del barrio de Salamanca que piden el fin del confinamiento. Debo deducir que si su partido estuviese en el gobierno no tomaría medidas de confinamiento, aunque no hayamos oído a los locuaces portavoces populares plantear formas alternativas de combatir la pandemia. Probablemente, en lugar de atender las razones de los virólogos, las autoridades de salud pública o los científicos, habrían prestado mayor atención al grupo de constitucionalistas que, con sus críticas a las medidas del gobierno, disfrazan su sectarismo político de rigor académico. Hace unos días oí a una conocida periodista conservadora que protestaba airada por los recortes de libertades, cuando un contertulio hizo la observación de que se estaba haciendo lo mismo que en casi todos los países, su respuesta fue, bueno, bueno….¡pero ahora hablamos de España! Lo cierto es que el confinamiento ha funcionado ya que sólo un 5% de la población ha entrado en contacto con el virus. Aunque eso también signifique que un 95% seguimos siendo candidatos a contagiarnos.

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