La batalla por la foto

Mejor nos iría si fuéramos capaces de superar la dictadura de la imagen y atendieran a los contenidos

El conocido principio de que más vale una imagen que mil palabras se ha convertido en una servidumbre insalvable, hasta tal punto que si no se consigue la instantánea de un hecho importante, la noticia pierde valor o incluso pasa inadvertida. La fuerza de la imagen supera el impacto de escritos, documentos, reflexiones o discursos. Somos una sociedad que prefiere ver a leer. Es como si la actualidad se tuviera necesariamente que resumir en una selección de imágenes en las que apenas hay que leer el pie de foto para poder pasar rápidamente a la página siguiente. Por eso, cualquier actividad pública sucumbe a la dictadura de la fotografía. Si no hay imagen es que no ha pasado o, si ha pasado, no tiene trascendencia. Estamos en la batalla por la foto por encima de cualquier otro contenido.

Eso es lo que ha ocurrido en la reciente cumbre hispano marroquí celebrada en Rabat. Si no hay foto del presidente del Gobierno con el monarca alauita, es como si nada trascendente hubiera ocurrido. Qué más da el contenido de las reuniones celebradas, los acuerdos alcanzados o las discusiones mantenidas; si no hay una instantánea de los dos principales protagonistas, todo se diluye y se evapora. La no imagen condena el hecho a la irrelevancia. Así de superficial y chusca se ha transformado la política que bascula cada vez más entre la imagen y el eslogan.

Algo de esto debe pensar el presidente de la CEOE que, según sus palabras, no está dispuesto a regalar al Gobierno una foto con su presencia en una reunión con la ministra de Trabajo y los sindicatos. Ya no se trata de no llegar a un acuerdo, se trata de ir un paso más allá, de demostrar un mayor grado de rebeldía y disconformidad, que se traduce en no acudir a una reunión a la que había sido convocado. Es difícil de entender que una organización que nace esencialmente para ser vehículo de diálogo con los sindicatos decida no acudir a una reunión convocada para intentar llegar a un acuerdo. Parece ser que a la representación empresarial se le han contagiado los malos modos de la actividad política y en vez de expresar su discrepancia en ese encuentro con la representación sindical y explicar sus argumentos, opta por el desplante y la chulería irresponsable y se apunta al castigo de la no foto como represalia por la subida salarial. Mejor nos iría si fuéramos capaces de superar la dictadura de la imagen y, más allá de la foto, atendieran a los contenidos. Al fin y al cabo leer es un estadio superior a ver.

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