Todo el que sea padre puede imaginar, aunque sea mínimamente, el extremo sufrimiento que deben estar atravesando los progenitores del joven que fue asesinado hace unos días en el centro de Málaga. Todo el que sea padre sabe perfectamente lo duro que es cuidar a un hijo. El embarazo, el posterior parto, tener un pellizco en el estómago cada vez que enferma, disfrutar cada una de sus gracias por muy infantiles que sean, ver cómo crecen, cómo van haciendo amigos en el colegio, preocuparse porque estudien, porque coman, porque no se relacionen con malas compañías, aguantar rabietas y soñar con sus abrazos y besos, torear su adolescencia de la mejor manera posible, sus amores imposibles y los conseguidos, analizar con ellos qué pueden hacer en la vida, si estudian una carrera, si trabajan, siendo felices cuando logran sus objetivos, intentar inculcarles valores, que sean buenas personas... Qué duro y qué bonito es cuidar a un hijo, para que un canalla te lo quite todo de un plumazo, de la noche a la mañana, sin piedad ni humanidad alguna.

Las cámaras de seguridad de un local, afortunadamente, lo grabaron todo. Uno de los supuestos culpables fue detenido por la Policía Nacional tres días después y el otro se entregó tras ser asesorado por un buen abogado. Los dos están en la cárcel, a la espera del proceso. Ahora supongo que empezarán a alegar de todo. Que si iban drogados, que si no se acuerdan de nada, que si no era su intención matarle... Y el sistema que tenemos, con mayor o menor permisividad, tendrá que tragar otra vez saliva y beneficiar a los agresores en lugar de a las víctimas.

Explicaba mi compañera Celina Clavijo en un magnífico perfil que Pablo, el joven asesinado, era una excelente persona, vitalista, entregado a los demás. Y no es un decir. Lo corroboran todos sus amigos y allegados. Celebraba su 22 cumpleaños y dos indeseables acabaron con todo. Por que sí. Por la cara. Porque estamos en una sociedad en la que la empatía brilla por su ausencia y porque la ley no da respuestas claras y tajantes ante este tipo de animaladas. Lo siento mucho Pablo porque al final siempre perdemos a los mejores y es una injusticia absoluta. Y mi máximo respeto y admiración a sus padres porque lo hicieron todo bien.

El caso, que ha aparecido en todos los medios nacionales, se olvidará. Solo se recordará cuando juzguen a los dos detenidos y, teniendo en cuenta la lentitud de la Justicia, va para largo. Pero esta familia, que ya perdió a otro hijo por una grave enfermedad, tendrá su desaparición grabada a fuego en la memoria el resto de sus días. Y por una chorrada. No hay derecho.

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