En su libro Política y verdad en el Leviatán, Fernando Vallespín habla de la política "como una guerra de representaciones donde cada parte manipula la realidad para que se ajuste de forma conveniente a sus intereses". Un buen ejemplo de ello es la aparatosa polémica desatada por las declaraciones del ministro de Consumo a The Guardian. No se trata de si tiene o no razón, cuestión que mucho me temo carezca de importancia a efectos del impacto político producido. Algo que el ministro debería de haber tenido en cuenta antes de meterse en el jardín en el que ha metido al gobierno. No es incompatible tener razón -no cabe duda de que la tiene en sus críticas a las macro explotaciones ganaderas- y que sus declaraciones constituyan un error de comunicación y una torpeza política. Algo que sus colegas de UP deberían de haber empezado reconociendo antes de exigir a sus socios socialistas el apoyo incondicional a las palabras de Garzón. Como también deberían haber tenido en cuenta que si habla como ministro -de qué otra forma podía hacerlo- lo que ha hecho es entrar como elefante en cacharrería en un asunto cuyas competencias básicas radican en el ministerio de Agricultura. No es que el de Consumo sea ajeno a una cuestión de esa naturaleza, pero por razones obvias a quien corresponde en el gobierno hablar de explotaciones ganaderas es al ministro Planas. Debe vivir, por otra parte, en una realidad alternativa si lo que esperaba con sus declaraciones era abrir un sosegado debate sobre una cuestión tan manipulable, especialmente en periodo electoral en Castilla León donde el sector aludido tiene gran peso. Prueba de ello es que, dándose codazos, los dirigentes populares han salido en tromba a buscar vacas con las que hacerse un selfie electoral. Convencidos como están de que es la mentira lo que los hará libres es muy probable que, tras el éxito madrileño, el eje de su campaña castellana sea que Garzón, el gobierno, además de querer acabar con los toros, también quiere acabar con las vacas. Lleva razón el ministro cuando habla de bulos y mentiras de la extrema derecha, pero lo que no podrá negar su señoría es que se lo ha puesto a huevo.

Tiene Garzón un original currículum: el de ser uno de los liquidadores del glorioso PCE y haber reducida IU a su mínima expresión convirtiéndola en apéndice de Podemos. Con esos antecedentes, inquieta pensar lo que puede pasar con el gobierno.

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