Una oposición confusa

La dirección nacional del PP parece navegar como un barco sin rumbo, al pairo de las presiones de sus líderes

Por más atención que se le preste a las últimas declaraciones del líder popular, Pablo Casado, es difícil saber cuál es la posición de su partido sobre el problema sanitario suscitado por la vacuna de AstraZeneca y cuáles son las medidas que propone para solucionarlo. Hasta ahora, su actitud ha consistido en lamentarse de la situación y criticar, cómo no, al Gobierno por la incertidumbre y la zozobra que ha generado en la población. Pero ni una palabra sobre si se inclina más hacia posiciones de limitar la población a la que se debe pinchar esa vacuna, como han hecho en Alemania o Francia, o es partidario de aumentar los segmentos de población a los que se les puede poner, como hace el Reino Unido. Su postura es lo suficientemente ambigua como para poder oponerse a cualquiera que sea la posición oficial sin necesidad de defender una propuesta concreta. Su confusa crítica al Ejecutivo trata de obviar la voluntad de la mayoría de los gobiernos autonómicos de su partido, que han apoyado la propuesta ministerial. Pero, a la vez, trata de esconder la posición de Madrid, que decidió votar en contra.

Con la misma indefinición se manifiesta el líder de la oposición sobre la prórroga o no del estado de alarma, limitándose a reclamar una reforma legal, sin especificar en qué consistiría y por qué la actual legislación es insuficiente. Da la impresión de que lo que plantea es una oposición nominalista, sin llegar a explicar su postura contraria a que continúe el actual estado excepcional o si en su momento apoyaría la prórroga, pretendiendo una modificación legal que sustancialmente no podría alterar los actuales mecanismos de limitación de movilidad de los ciudadanos. También aquí el presidente del PP trata de ocultar las peticiones que entre sus filas surgen de que se prorrogue la actual declaración de alarma al menos algunos meses más.

Estamos ante una oposición política confusa, poco determinada, que se inclina más al lamento que a proponer alternativas claras. Da la impresión de que ante la disparidad de criterios de los responsables autonómicos de su propio partido, cualquier propuesta cerrada que haga corre el riesgo de parecer contradictoria. En estos temas, ante la imposibilidad de mantener un criterio uniforme, la dirección nacional del PP parece navegar como un barco sin rumbo, al pairo de las presiones de sus líderes territoriales. Y es a ese barco donde se afana en incorporar los restos del naufragio de C's. Al parecer con éxito.

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