El filósofo e intelectual holandés Rob Riemen dice, en Para combatir esta era, que "una variante del fenómeno de la negación es la idea de que cambiar las palabras también cambiará los hechos". Es algo propio del tiempo que vivimos. Lo hace Casado reinterpretando el golpe de Estado que originó la Guerra Civil. O en su día la que fue presidenta del parlamento, Luisa Fernanda Rubí, que, en su discurso en la apertura de la legislatura de la mayoría absoluta de Aznar, redujo la contienda civil a un enfrentamiento entre patriotas. Pero, como dice Reimen, cambiar las palabras no cambia los hechos: lo que ocurrió, el 18 de julio del 36, fue un golpe urdido, por militares facciosos, contra la Constitución y la legalidad vigente. No faltan las fuentes para consultar, nuestra Guerra Civil es uno de los acontecimientos históricos más documentados y que más literatura académica ha producido.

Decía el historiador Charles Maier que la nostalgia es, básicamente, la historia desprovista de culpabilidad. En Europa ese negacionismo de carácter nostálgico es propio de la extrema derecha: la reivindicación del RN (antes FN) de la Francia de Vichy o la OAS; la evocación mussoliniana de Salvini o de la AfD canonizando a Hitler. La singularidad española es que lo compartan por igual Vox y el PP, lo que nos indica que, la cultura política de la derecha española, no toma sus referencias de la Democracia Cristiana europea, ni, mucho menos, del liberalismo político, sino que hunde sus raíces en el franquismo sociológico y el nacionalcatolicismo. Algo que puede explicar en cierta medida el estado de permanente crispación, e irreconciliable división, que sufrimos y cuyo efecto perturbador para nuestra democracia no es menor que el provocado por la existencia del independentismo. Lo llamativo es que Casado anunció su resignificación del 18 de julio del 36, precisamente, en el pleno en el que acusaba de ilegal, ilegítimo e inconstitucional al gobierno por el indulto a los condenados por el golpe del procés. Y es que su amable reinterpretación de lo ocurrido el en el 36, que causó la Guerra Civil, invita a pensar que, de haber fracasado, el señor Casado habría indultado a Franco y a sus secuaces. De hecho, aun no fracasando, dio la impresión el pasado miércoles que los indultaba, a pesar de causar uno de los acontecimientos más trágicos de nuestra triste historia, además de una larga dictadura.

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