Aunque no sea como el Guadiana, nuestro modesto Guadalmedina también aparece y desaparece. Al menos informativamente. Se trata ahora de un "histórico" protocolo firmado por la Junta y el Ayuntamiento para transformar el cauce, hacerlo más seguro, sostenible y lleno de vida. Sea bienvenido, ya que es claramente contrario a aquella otra propuesta "histórica", de hace dos décadas, de marcado carácter brutalista: plataforma de hormigón con nivel inferior para la circulación de coches, metro incluido, y una frondosa arboleda que surgía milagrosamente de la losa de hormigón de la parte superior. Aquello ni era hidráulicamente seguro, ni sostenible y, en lugar de vida, el río se llenaba de coches dirigidos al centro. Debió de parecerles maravillosa -Francisco De la Torre era concejal de urbanismo- ya que la difundieron con gran alarde publicitario de folletos y anuncios en periódicos, radios y TV. Todo ello generosamente financiado, en campaña electoral, por una empresa pública que se haría famosa por sus chanchullos en los exuberantes primeros años del milenio, bajo gobierno popular.

Una década después, como recordaba ayer en estas páginas el profesor Ruiz Sinoga, en su semanal Territorio Comanche, un equipo dirigido por José Seguí ganaba en 2012 el Concurso de ideas organizado por la Fundación Ciedes, con un proyecto que rechazaba el embovedado y contenía una propuesta sobre el cauce urbano dividida en seis fases. El problema de la actuación contenida en el protocola recién firmado es que, aunque inspirada en su filosofía, carece de la visión integral de la propuesta de Seguí, que trataba de resolver la integración urbana del río y su diferente relación con la ciudad en sus distintos tramos. El Guadalmedina se puede considerar un cauce seco, pero es un cauce imprescindible. Lo será mientras no cambien las circunstancias de desagüe de la presa y de los diferentes arroyos que vierten aguas debajo de ésta. Recuerda también Ruiz Sinoga la necesidad de completar la reforestación de la cuenca, para disminuir el caudal como condición necesaria para actuaciones que puedan permitir el uso ciudadano del cauce. En definitiva, como hizo hace una década la Fundación Ciedes, hay que tratar la transformación del cauce como lo que es: un asunto central de la ciudad. Están pues fuera de lugar propuestas, propias de un comic futurista, como la planteada en el 2000 que era una auténtica tomaduras de pelo a los malagueños.

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