Las imágenes de lo sucedido en la valla de Melilla son verdaderamente estremecedoras. A nadie puede dejar indiferente lo ocurrido el pasado mes de junio en esa frontera. Tampoco al ministro del interior que naturalmente es el centro de todas las críticas y ataques de la oposición y de sus socios de gobierno. Lo cierto es que hechos tan horribles pueden ocurrir, y todo indica que se repetirán, con gobiernos de uno y otro signo: cuando ocurra, como dice el periodista Íñigo Domínguez: "volverán a resolver de manera inconfesable aquello que no saben cómo resolver". La cuestión es cómo acometer de forma civilizada el ataque de entre 500 y 2000 migrantes desesperados lanzados contra la valla fronteriza intentando derribarla por la fuerza. Evidentemente se podría haber evitado la sádica brutalidad empleada por las fuerzas fronterizas marroquíes. También nuestra policía debería estar mejor dotada de medios y personal para hacer frente a situaciones tan límites como las del pasado 24 de junio. Pero no podemos obviar que la misión de dicha policía es impedir el paso ilegal por una frontera que es nacional y europea. No son cooperantes de la Cruz Roja, sino policías autorizados a utilizar la fuerza si la violencia de la situación lo exige. La investigación deberá determinar si el empleo de ésta fue proporcional a la dimensión del problema. Ha tenido que ser un documental (obviamente editado) de la BBC el que nos muestre las imágenes que las autoridades españolas no habían facilitado.

Un asunto trágico y extremadamente amargo para cualquier gobierno y aún más si es de izquierdas. Pero al margen de exigir responsabilidades, la cuestión es qué hacer ante la inevitable llegada masiva de inmigrantes. Que debidamente regulados deberían ser en países envejecidos como los nuestros más la solución que el problema. Pero en aplicación de las leyes españolas y europeas deben ser repelidos en la frontera aún a riesgo de tragedias como las vividas. Y si logran saltar la valla tenemos el problema de qué hacer con ellos. No tenemos respuestas a un asunto cuya escala y naturaleza parece que nos supere, pero que será una de las cuestiones que definan el futuro próximo. Sólo tienen certezas aquellos que, como Trump y los populistas europeos, diabolizan a los emigrantes, igual que hicieron con los judíos, negros, gitanos, etc. Infundiendo miedo ante el diferente en nombre de la pureza de la patria, la raza o la religión.

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