Restauración

Kütral, la idea más loca del chef de la jet set

Martín Abramzon muestra algunas de los tipos de carne que trabaja junto a su parrilla.

Martín Abramzon muestra algunas de los tipos de carne que trabaja junto a su parrilla. / Javier Flores (Ronda)

Martín Abramzon, argentino de nacimiento, tras formarse en el restaurante del reconocido Martín Berasetegui pasó por la cocina del restaurante rondeño Tragabuches (1 estrella Michelin) para empaparse de la alta cocina andaluza del momento bajo la batuta del hoy biestrellado, Benito Gómez, en su Bardal. Restaurante que ocupa el mismo lugar en el que Manuel María López, junto a su hermano Sergio López a los mandos de la cocina, abrieron el que fue durante un tiempo el restaurante más reconocido de Andalucía.

Tras pasar casi cinco años en Tragabuches desembarcó en el proyecto del hotel Fuente de la Higuera, en el que tuvo la ocasión de experimentar el trato cercano y directo con el cliente al tratarse de un alojamiento muy pocas habitaciones en el que una gran relación con los clientes.

Precisamente, estando en este proyecto recibió una propuesta desde los responsables de Ascari, el circuito situado en Ronda, para realizar servicios de chef privado para sus clientes más exclusivos. Un encargo que aceptó y que pronto le llevó a las mansiones de lujo de Marbella y desde este punto a lujosos yates y aviones privados. “Era el sueño de cualquier cocinero hecho realidad, poder cocinar con libertad y sin limitación de compra de productos”, explica Abramzon, que terminó dejando las cocinas del hotel y dedicándose en exclusiva a ser chef de la jet set mundial, hasta el punto de dedicarse en exclusiva a esta actividad durante cuatro años.

Interior del restaurante al inicio del servicio. Interior del restaurante al inicio del servicio.

Interior del restaurante al inicio del servicio. / Javier Flores (Ronda)

Un periodo de viajes por medio mundo ofreciendo comidas en mitad de algún punto del mar o del aire, en ocasiones, para tan solo dos personas. Eso sí, nunca dejó su vinculación con Ronda y mantuvo su residencia en la ciudad del Tajo a la que volvía junto a su familia cada vez que termina uno de estos encargos del mundo del lujo.“Me pagaban muy bien pero eran muchos viajes y es muy cansado, por lo que decidí hacer realidad mi sueño desde pequeño como buen argentino, tener mi propia parrilla (asador)”, explica Martín.

Fue entonces cuando decidió dejarlo y hacer realidad su idea más loca, incluso no pensaba que pudiese llegar a serlo tanto, ya que en primer momento barajó buscar algún tipo de construcción abandonada dentro del casco urbano y darle vida al igual que se hace en su país. No obstante, el rechazo al continuo olor a leña quemada le hizo pensar en alejarse hasta encontrar una nave abandonada cuando termina una calle del polígono industrial rondeño que no tiene salida y termina en el campo. “Encontré una nave abandonada horrible pero sentí que el sitio que estaba buscando, ya que delante tengo unas vistas estupendas hacia el campo y la sierra”, señala Martín.

A partir de ese momento se puso en manos de una empresa local de diseño dirigida por su amigo, Matías di Carlo, que se encontró con la sorpresa de que se trataba de la nave en la que dieron sus primeros pasos, por lo que sobre las mesas están dibujados los patrones de algunas de las creaciones que nacieron en el interior de aquellas naves.

Los vinos de Ronda tienen una gran presencia en la carta, que también tiene hueco para Argentina. Los vinos de Ronda tienen una gran presencia en la carta, que también tiene hueco para Argentina.

Los vinos de Ronda tienen una gran presencia en la carta, que también tiene hueco para Argentina. / Javier Flores (Ronda)

Ellos fueron los responsables de dar vida a aquella idea loca del chef en mitad de un polígono industrial y por la que casi nadie apostaba en la zona. “Yo sabía que funcionaría, estaba seguro, esas conversaciones al descubrir la ubicación, las que se producen en los coches cuando cruzan el polígono y creen que se han equivocado, me encantan”, señala el chef, y es que tras ello llega la sorpresa en el interior con un diseño industrial a la altura de los mejores restaurantes. “Todo ello, acompañado de un producto de primera calidad y un trato cercano, creo que es el secreto de nuestro éxito”, señala. Y es que personalmente acude a cada pesa a mostrar las carnes que tiene disponibles cada día y, posteriormente, se encarga de llevarlas a la mesa. Y es que en Kütral (fuego en mapuche), pese a tener 200 metros tan solo disponen de 10 mesas que atiende junto a un camarero y una cocinera. Además, producto de cercanía y vinos rondeños son fijos en su oferta gastronómica.

A pesar de la confianza en su proyecto, que arrancó ocho meses antes del inicio de la pandemia, sí que se muestra abrumado con la respuesta de los clientes que llegan desde diferentes regiones de Andalucía exclusivamente a comer y disfrutar de sus carnes, además de encontrar ya un hueco entre los visitantes internacionales.

Precisamente, mientras se realizó este reportaje unos clientes japoneses llegaron desde Tokio para comer con varias botellas de whisky local como regalo. “Es impresionante lo que nos está pasando”, señala Martín, que asegura que son muchas las cartas de agradecimiento que reciben o los regalos que les hacen llegar una vez que se marchan.

“Es muy satisfactorio que unos clientes venga desde Sevilla y te digan que Ronda ya la conocen y que la han visitado muchas veces, pero que hoy vienen exclusivamente a comer con nosotros y se vuelven”, afirma. Eso sí, pese al reconocimiento que está alcanzado con su proyecto, al ser preguntado por si cree que algún día le pueda llegar un reconocimiento en forma de estrella o sol, asegura que “no creo que entremos dentro de los estándares de este tipo de guías, aquí se viene a comer y compartir carne dentro de un habiente desenfadado.

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