Bajo los sones fúnebres más 'alegres'

MEJOR viento que agua, pero qué desagradable fue la noche del pasado Viernes Santo. También muy deslucida, pues hasta bien entrada la madrugada, la jornada fue bastante ventosa. Las candelerías no pudieron lucir encendidas, ni tampoco los cirios de los nazarenos. Pero todo queda en un mal menor, pues al fin se pudo vivir una Semana Santa completa. Todas las corporaciones culminaron sus respectivas estaciones de penitencia desde la ya lejana jornada de Palmas y a la espera de la Resurrección.
Más allá de los caprichos de la meteorología, la jornada subió un nuevo escalón, como ya hicieran la mayoría de días. Todos menos el Martes Santo, que sigue anquilosado. El viento negó estampas nazarenas de cirios encendidos pero propició que los penitentes llegasen con imponentes velas a sus templos. No se puede evaluar si alguna corporación llevaba velitas de cumpleaños. Este año, los nazarenos de Zamarrilla procesionaron el más claro ejemplo de esto, siempre a evitar.
Pero el Viernes Santo ganó porque sus cortejos mejoraron en general. Poco más se le puede pedir a Dolores de San Juan, que mantuvo el listón en lo más alto. Monte Calvario y en menos medida el Santo Sepulcro o el Descendimiento, cumplieron con el rigor que debe exigírsele. Mientras, otros cortejos que suelen caracterizarse por la algarabía en sus filas nazarenas, véase Soledad de San Pablo o Piedad, cuidaron más los detalles. Antes de llegar a sus respectivos barrios, iban ordenados y comprimidos, que es lo mínimo exigible. También aprueban el Amor y los penitentes de la Orden Tercera de Servitas, por supuesto.
Mejora el día también el apartado musical. En líneas generales, las crucetas se miran y cuidan más cada día. Las cofradías del Viernes Santo han experimentado el mayor salto cualitativo respecto a años anteriores, no era difícil, pues apenas se apostaba por el corte fúnebre, pero es digno de mención. Según las crucetas musicales, había todo tipo de marchas en los repertorios. Pero escuchar en la curva de Tejón y Rodríguez con Carretería al Santo Traslado con Soledad de San Pablo, de Miguel Pérez; A la propia Dolorosa trinitaria con Trinidad (del mismo autor malagueño); Al Monte Calvario subir Granada con La Madrugá (Abel Moreno) y El Calvario (Gámez Laserna); valen una Semana Santa. Con ésta última marcha también subió calle Victoria el Yacente, al que se le interpretó Cristo en la Alcazaba (Fulgencio Morón) en la Plaza de Arriola. Luego no fallaron los clásicos, como las marchas fúnebre de Chopin o Sors, o Mater Mea (Ricardo Dorado). Son pinceladas que ponen sinfonía a la jornada de luto de la Semana Santa malagueña.
¿ADIÓS DEFINITIVO?
La salida de Dolores de San Juan de los Jesuitas, pudo ser la última de la historia. Aunque, "nunca digas, nunca", reza un dicho popular. Como sea, parece que San Juan se reabrirá al culto en breve.
Llegado el Viernes Santo, no se le puede quitar ojo a la siempre recta y cuidada Dolores de San Juan. Su silencio en la calle es su sello, como el rouan y el esparto de sus túnicas nazarenas. Verla por Mesón de Vélez, Liborio García, Nueva o Salvago es transportare siglos atrás. Es donde más luce la procesión, además de en la Catedral. La archicofradía se comprimió como un acordeón para cruzar Larios entre Monte Calvario y Soledad de San Pablo y la operación salió cronometrada al segundo.
Se trata de la única corporación netamente de silencio de la capital. Este año más si cabe, al ser eliminada la capilla musical que en los últimos años acompañaba al Cristo de la Redención. Algo bueno de la crisis. Una sola vela de la candelería de la Virgen de los Dolores aguantó el vendaval del Viernes Santo. La maría central [cirio de mayor tamaño], a la izquierda de la Virgen. La llama se cruzaba en la mirada de la Dolorosa. Una nota romántica íntima para los hermanos que vivieron el momento en el interior del templo jesuita.
Al tinglao del Descendimiento aún le quedan unos años pero éstos se cuentan con una mano. Eso esperan sus hermanos. Hasta que las dependencias municipales se muden definitivamente del Hospital Noble, siguen en la tradicional carpa. Por su tamaño y forma, casi un toldo basilical. La corporación de La Malagueta realizó una ligera modificación en su recorrido. Y salió bien. Ver al Cristo por plaza del Obispo -este año más protagonista que nunca-, tuvo su sabor. Después llegó el Paseo del Parque, un clásico que se pudo disfrutar algunos metros más.
CALLEJEO ACERTADO
Los cambios de itinerarios de la jornada han funcionado, como el del Amor que decidió tirar por el entorno de la Cruz Verde. Otro llamativo fue el transitar de Servitas por el entorno de Pozos Dulces, haciendo maravillosa aquella decadencia urbanística, como las Penas el Martes o Santa Cruz el Jueves. Por ahora sólo las cofradías pueden hacer que esta zona levante la cabeza y se convierta en un agradable lugar de paso al menos un día al año.
El Amor por la Cruz Verde no arrastró masas en su regreso, pero sí fue arropada. Quizá por la hora, 1:30. Quizá porque había otras opciones igualmente atractivas y había que elegir, como Servitas por Atarazanas o la Cofradía Oficial de Málaga, Santo Sepulcro, que entraba por la Tribuna Oficial. Aunque subir Cruz Verde y Altozano le dio a la cofradía más empaque que coger la desangelada calle Victoria de recogía, como hacía años atrás.
La Caridad hizo gente. La conclusión del trono tras 22 años, enriqueció el conjunto artístico. Estrenó dorado y la conclusión de la imaginería del trono. Sus portadores llegaron muy tocados, con marchas alegres, y volvieron a la carrerilla pero sin rayar lo ordinario. La cofradía iba elegante. Destacable el friso del trono del Crucificado, original con lirios, rosas blancas y espino. Un risco formaba el monte.
La jornada sólo se vio algo empañada por las rachas de viento que azotaron la tarde-noche. Pero no evitó el buen desarrollo del Viernes Santo. Eso sí, los sudarios tuvieron que estar bien agarrados porque un soplo de viento podría mandarlos lejos. Los nazarenos tampoco lo tuvieron fácil con una mano en el cirio o enser y otra en el capirote para aguantarlo, por si acaso.
ENCAJES RENOVADOS
Monte Calvario y Soledad del Sepulcro tienen por vestidores a dos de los más jóvenes del panorama cofrade local, Guillermo Briales y Antonio Moreno. Ambas fueron ataviadas con rostrillos muy personales, ricos de encajes y la vez que minimalistas en sus formas y de sabor antiguo. Los tronos de esta corporación victoriana volvieron tocados pero bastante bien. Más enteros los del Santo Sepulcro. Todos exquisitos de flores. Lirios para el Yacente; Rosas de color rosa para el Monte Calvario; y calas para la Soledad. El catafalco de Moreno Carbonero procesionó sin flores, otra cosa sería ocultar su talla.
La Soledad de San Pablo mejoró su puesta en escena, sobre todo la Dolorosa, con un cuidado exorno de rosas y sin luz eléctrica. El Cristo bien de flores pero con un focazo evitable. Como el de Servitas. La Piedad, al fin restaurada, mejor. Quedaba la resurrección.
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