La farola

Triángulo de pueblos bonitos, frescos y especiales en Málaga

Detalle de una casa de Júzcar, Málaga.

Detalle de una casa de Júzcar, Málaga. / Jorge Zapata / EFE

La serranía rondeña es un entorno de la provincia de Málaga que provee de bastantes refugios contra el calor de diferente tipo. El entorno natural de esta parte es bastante bonito y cuenta con un buen número de poblaciones en las que poder pasar un buen día, una estancia más larga, sin echar en falta las grandes ciudades y con la seguridad de tener planes diferentes y originales, desde visitar bodegas hasta viajar al corazón de los pioneros de la industria española.

Entre esos parajes hay un triángulo de pequeños pueblos, muy cercanos entre sí, que tienen en común algunas peculiaridades pero que, sin embargo, cada uno de ellos esconde algo distintivo que los hace únicos en la comarca. Faraján, Alpandeire y Júzcar forman un particular triángulo de localidades por las que dejarse sorprender. En el primero, el agua es la gran protagonista de su entorno de una manera poco habitual; el segundo esconde los secretos de una iglesia gigantesca para el entorno y de dos momias que allí se conservan junto al legado de Fray Leopoldo, su vecino más insigne; y el tercero está enclavado en un punto privilegiado de la serranía y pintó de azul sus paredes como distintivo de un lugar en el que los niños disfrutan no sólo de las actividades que tienen que ver con Los Pitufos (que fueron la excusa para teñir de azul la cal hace ya años), también con los lugares y particularidades de una localidad especial. Ninguna de las tres localidades sobrepasa el medio millar de habitantes y viven tranquilas con el legado de un pasado amplio y una naturaleza bondadosa. Además están muy cercanos: hay cuatro kilómetros entre Júzcar y Faraján, también entre Faraján y Alpandeire; y menos de ocho entre Júzcar y Alpandeire.

Alpandeire

Tal vez sea de los más conocidos de los tres. Tiene motivos, uno de ellos es la vida de Fray Leopoldo de Alpandeire, un fraile capuchino que vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX y que fue declarado beato en 2010. Pero, no es la única de las particularidades e historias de Alpandeire. La iglesia de San Antonio de Padua es una de ellos, junto a las dos momias que se conservan a la localidad y las leyendas entorno a grandes cantidades de oro escondido.

Conocida como la catedral de la serranía, basta ver el templo dedicado a San Antonio de Padua para percatarse de que su gran porte no parece propio para un municipio pequeño, pero lo cierto es que es una de las perlas que se esconde en el pueblo. Fue reformado en el siglo XVIII (su origen es de 1505, sobre una antigua mezquita) y la reforma fue sufragada por un matrimonio algo especial: sufragaron las reformas de la iglesia pero mediadas las obras volvieron a acudir a ellos para encontrar más fondos y se remitieron a un caldero lleno de oro que sirvió para culminar las obras. Además, una de las dos antiguas aldeas en torno a Alpandeire (Popítar), también protagoniza leyendas sobre calderos llenos de oro y joyas escondidos en la época de la expulsión de los musulmanes de la zona.

Pero tal vez lo más exótico y sorprendente son las dos momias que se conservan en la propia iglesia, muy bien conservadas con técnicas de embalsamamiento avanzadas para el lugar y la época y que se presupone son el matrimonio que sufragó la reforma de la iglesia. 

Júzcar

Júzcar es conocido como el pueblo pitufo, aunque ya no lo es y sus habitantes mantienen las paredes de azul. El paisaje es diferente y sorprendente ya que está en un punto señero del valle del Genal y genera una foto diferente y especial. Tiene alojamientos y gran número de rutas por lugares de alto valor natural, son conocidas sus jornadas micológicas en los últimos compases del otoño, y sus alrededores son de los más fotogénicos de la zona. Un sitio en el que también se pueden encontrar bastantes cursos y nacimientos de agua en torno al casco urbano, y que ha diseñado entre sus calles varios juegos y actividades que no sólo son para el disfrute e los más pequeños. Su oferta turística para una jornada es bastante amplia teniendo en cuenta su población y extensión. Es uno de esos lugares en los que se pasa un buen rato simplemente paseando por sus calles y escogiendo cualquiera de sus bastantes miradores para pasar un tiempo distinto y con un clima un punto más fresco del habitual en la época estival.

Faraján

Faraján es uno de eso lugares que tienen un punto idílico. El agua y la alegría que transmite al entorno es la protagonista secular en esta localidad que sigue aprovechándose y nutriéndose de su legado musulmán que dejó en la zona gran número de obras hidráulicas y canalizaciones que aún hoy refrescan y surten de agua los campos en torno a Faraján. Además, cuenta con un paraje denominado las Chorreras de Balastar, dos saltos de agua con más de 20 metros que se pueden visitar y que cuentan con bastantes rutas en torno a ellos. Una de ellas, bien señalizara y circular, permite conocer este entorno con el agua como protagonista. Como en las dos localidades anteriores se pueden encontrar buenos productos de huerta en sus establecimientos y tiene escondidos rincones con encanto y sorprendentes fotografías pendientes. 

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