El discípulo de Bergoglio


Deportista espiritual, con una personalidad muy sana, de mente joven y sin complejos. Así define el padre Ramón Moreno a Jorge Mario Bergoglio, el nuevo Papa argentino, que en torno a 1980 fue su rector en el Colegio San Miguel, el seminario de Buenos Aires. "Estuve 12 años destinado allí. Le conocí sobre todo en el centro de estudios de jóvenes jesuitas, al que acudía para hacer ejercicios espirituales. Compartimos varias experiencias. Era muy querido por los adolescentes, que entonces tenían mucha vocación. Siempre se oía su nombre", narra el sacerdote.
Entre los recuerdos que guarda del recién nombrado obispo de Roma destaca la alusión que una vez hizo a los teólogos contrarios a la dictadura que Argentina sufrió entre 1976 y 1983. Han transcurrido más de 30 años desde aquel día, pero no ha olvidado sus palabras: "Le escuché decir que animaría a algunos teóricos a que fuesen a las peregrinaciones en el país para que conocieran al pueblo católico y que no se fijaran solo en las teorías, lo cual me pareció muy importante porque la Iglesia estaba atravesando momentos complicados. Muchos jesuitas se habían marchado".
Aunque los argentinos se felicitaron en masa por la elección de su compatriota, el Papa número 266 no ha quedado al margen de la polémica en su tierra, que todavía no ha cerrado las heridas que le infligieron los siete años de gobierno de la Junta Militar. "Fue una época muy movida en Argentina. Él vio la situación con una libertad notable y una orientación pastoral que me llamó la atención. Me aporta muchísima tranquilidad", expresa el padre Ramón.
Durante su pontificado, Bergoglio dará, en palabras de este clérigo, "un impulso a la nueva evangelización", basándose en el pueblo cristiano. "Es escéptico en cuanto a autoridades religiosas, pero no muestra una actitud de ataque a la Iglesia, sino de pastoral. Tuvo una gran acogida en Buenos Aires y se ganó la simpatía de los sacerdotes por su sencillez. En Málaga ha habido diferentes pareceres porque él tiene una línea muy clara, en contra de lo que se respiraba en el ambiente tercermundista", señala el cura, que desearía estar en Argentina para "compartir" con sus compañeros la alegría de que un cardenal latinoamericano ocupe por primera vez el sillón del apóstol Pedro.
El humo de la quinta fumata del Cónclave para designar al sucesor de Benedicto XVI salió blanco a las 19:06 del pasado 13 de marzo. Pero, desde varias horas antes, fieles de todo el mundo se mantenían expectantes por conocer al nuevo jefe de la Iglesia católica. La sorpresa fue mayúscula para los millones de personas que siguieron un momento histórico como éste, aunque especialmente para los jesuitas. Los purpurados del Vaticano habían elegido al primer Papa de la congregación fundada por San Ignacio de Loyola. "Recibimos la noticia con mucha alegría y dando gracias al Señor. Es una ilusión y todo un reto", aseguraba poco después del nombramiento el padre superior de la comunidad del Sagrado Corazón de Jesús en Málaga, Rafael Porras del Corral, que reconocía la dificultad de la tarea a la que ahora se enfrenta el Pontífice. No está solo, aclara, sino que para su labor eclesiástica cuenta con un nutrido grupo de cardenales. Aunque, eso sí: necesita, dice, la oración "de todos los cristianos".
La humildad del Papa, proclamado como Francisco, resalta entre las cualidades que, en opinión de los hermanos jesuitas consultados por este periódico, le caracterizan. Uno de los argumentos que dan fe de ello es el del vicario para la vida consagrada de la Diócesis de Málaga, Ignacio Núñez de Castro, que también resalta su preocupación social. "Es un hombre tremendamente volcado con los pobres y con los marginados. Estuvimos juntos en el año 1982, en Buenos Aires. Fue un encuentro muy fugaz, pero la impresión que transmite es la de una persona sencilla y muy austera. Éste será el camino que siga", subraya el religioso, que alude a la primera aparición pública de Bergoglio en el balcón de la Basílica de San Pedro, al que se asomó tras el Cónclave sin la tradicional estola vaticana cosida en oro, menos austera respecto a la de obispo.
Los retos que el sucesor de Benedicto XVI ahora encara pasan, según el padre Ignacio, por "confirmar en la fe a los hermanos", impulsar "la nueva evangelización en un mundo desgastado y egoísta", además de indicar a los católicos la ruta que deben tomar para llegar "hasta Jesús de Nazaret".
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