José Luis Raya

Frankenstein

Al final del túnel

14 de junio 2024 - 00:15

La extrema derecha sigue ascendiendo impertérrita las cumbres de esta Europa tan frágil como ausente, tan voluble e indolente como conservadora y tolerante. El pulso que se ha tomado al viejo continente en las recientes elecciones ha sido decisorio para comprobar su estado de salud. Y resulta que empieza a renquear. Como cuando un fantasma recorría Europa pero al revés. El mapa de Europa se ha teñido de azul; esto no es lo preocupante, sino los grupúsculos que anidan en su interior y que se están diseminando como las semillitas de The body Snatchers, las que se convertían en larvas y sustituían a las personas mientras dormían, creando replicantes perfectos, mejor dicho, duplicados. Esto es, los extremismos –recuérdese que ningún extremismo reconoce que lo es- van generando esta suerte de replicantes que repiten como autómatas lo que sus líderes pergeñan entre motosierras, asaltos a congresos o pucherazos electorales. Desde América del Sur hasta la del Norte. Acciones deplorables en todos los casos. Sin embargo, la gente, que ya ha sido abducida por esas larvas, se alinea visceralmente sin que medie el intelecto. He visto encolerizados detractores y fervorosos admiradores. Entonces, ya están alienados. Ya pueden empezar a agredirse y a matarse si es preciso. No son necesarias las RRSS, si bien aceleran el proceso degenerativo de esta infame distopía. Recuérdese cómo en España nuestros abuelos se mataron vivos hace 85 años. Veo cómo en mi país muchos estarían dispuestos a repetir aquel sangriento episodio. El fanatismo no necesariamente llega de Oriente o de África, no nos confundamos. Podemos tenerlo a nuestro lado. El antídoto, que solo serviría como un nimio lenitivo, sería una suerte de moderación que sirviera para aplacar los ánimos de ambas partes -las que ya están alienadas-, las que muestran sus rugidos y sus fauces babeantes. La polarización ya se ha alcanzado. Los que nos mantenemos ajenos a tanto contrasentido, como aquel joven de “La soledad del corredor de fondo”, recibimos palos de ambos extremos. Pero hete aquí que el protagonista estaba luchando contra el sistema desde dentro del propio sistema.

Parece que no hay espacio para la paz y el mundo se encamina hacia su autodestrucción. Ya no sirven los moderadores, sino que hay que armarse hasta los dientes y atacar. La política se ha convertido en un vertedero de calumnias, bulos y agresiones variopintas. Y un servidor ha de esperar más dos meses para un dermatólogo: ya no hay política práctica, sino exclusivamente ideológica y polarizada. Los que ya se han posicionado, cual abducidos especímenes del inframundo, están a punto de pulsar el botón nuclear. Es cierto que la Democracia solo tiene un camino, como la Verdad. Pero, ¿cómo convences al que ya está convencido? La provocación es como echar leña al fuego. Es por lo que un fantasma inverso recorre Europa. Hemos creado un monstruo. Tampoco Frankenstein se creó solito.

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