El tren como mejor ejemplo

Parece increíble que no exista una red de cercanías que conecte las principales ciudades playeras con el interior

El tormentoso fin de julio (en lo político, naturalmente) me pilló por el suroeste de Inglaterra en busca de los orígenes. Una vez de vuelta a este infierno de asfalto (y todavía dicen por ahí que el clima inglés es malo…) son muchos los temas sobre los que uno podría escribir, tal es la sucesión de hechos y noticias, casi todos lamentables, que se han venido produciendo durante la ausencia. Desde la ratificación de la condena de altos cargos socialistas en la pieza política de los ERE a los extravagantes consejos presidenciales para el ahorro de energía, pasando por la (también condenable) campaña publicitaria a favor de las bañistas de peso.

Hasta la bajada del tren de Macarena Olona tiene su comentario, pero permítanme que centre este retorno en otros trenes más prosaicos. En concreto, en los que tienen que ver con la polémica desatada en Extremadura a cuenta de los problemas detectados en la recién inaugurada Línea de Alta Velocidad en aquella tierra, la última parada de ese "póngame un AVE en mi puerta" en la que se ha convertido la absurda política ferroviaria española.

Para los que preferimos el tren como medio de transporte, he tenido la fortuna de coger varios en estos días ingleses pasados. Casi todos ellos, convoyes antiguos de pocos coches que salían desde estaciones de ladrillo visto como de los tiempos de la reina Victoria, de esas en las que todavía hoy hay que atravesar sus andenes cargando las maletas por pasarelas alzadas sobre los raíles. Todo muy anticuado, diríamos aquí, tan modernos que nos creemos, pero con un valor importante: su altísima eficacia. En Inglaterra hay pocos lugares a los que no se pueda acceder en tren, y el modelo "de cercanías" es casi consustancial al uso cotidiano de muchísimos ciudadanos.

Aquí, sin embargo, pasa todo lo contrario. Parece increíble que ahora, cuando viajar en coche a cualquier destino del veraneo resulta tan incómodo, no exista, ni apenas se demande, una eficiente red de cercanías que conecte las principales ciudades playeras con el interior. Lo mismo que no se ha avanzado nada en conectar las ciudades con sus aeropuertos, o se desaprovechan instalaciones para apeaderos que llevan años sin utilizarse. Eso sí, no hay estación que no se haya reformado hacia ese modelo impersonal imperante, y cualquiera puede plantarse en Madrid en menos de tres horas… si tiene dinero para pagarlo.

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