El alma del cura constructor

La Cala del Moral recuerda a su párroco, Antonio Estrada, fallecido hace unos días · Levantó la que llaman 'la catedral de La Cala' y deja una profunda huella en el núcleo

La iglesia de La Cala del Moral construida gracias al párroco recién fallecido
La iglesia de La Cala del Moral construida gracias al párroco recién fallecido

En la plaza que lleva su nombre, Antonio Estrada, se levanta la que dicen "la catedral de La Cala". Para muchos, un símbolo de la grandeza de quien posibilitó su construcción. El párroco de este núcleo costero de La Cala del Moral falleció el pasado domingo tras sufrir la larga enfermedad de Parkinson. Hoy está llena de flores. Muchos son los amigos, feligreses y vecinos que quisieron despedirse este viernes con una misa en su honor en el templo que consiguió regalar a La Cala. Ninguno olvida a este "hombre de gran corazón" y "cargado de buen humor" que "siempre tenía una palabra para quien la necesitase".

Antonio, "Antoñito el del puente" como le conocían en Pizarra, nació en este pueblo del Guadalhorce el 16 de julio de 1931. 28 años después dio allí su primera misa pero fue el 1 de septiembre de 1982 cuando recaló en este pequeño núcleo de Rincón de la Victoria. Su predecesor, Rafael Rodríguez Sainz de Rozas cuenta que ya en el seminario de Málaga supo ganarse el cariño de sus compañeros. "Siempre será recordado en esta etapa por su chispeante buen humor y por la originalidad con que preparaba la pizarra de los avisos litúrgicos", rememoraba el párroco en la semblanza. Terminó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Sigüenza-Guadalajara.

"Cuando llegó a La Cala nos gustó por su cercanía. Por eso se le quiere tanto. Hacía unas misas muy amenas, y venían personas desde Cerrado de Calderón donde daba clases. Había colas para casarse o para celebrar bautizos", comentaba Adolfo Gálvez que fue durante ocho años hermano mayor de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, Cristo Crucificado y María Santísima de los Dolores. "Era muy procesionista. Le gustaba y entre los dos reorganizamos la Semana Santa en La Cala", recuerda este feligrés. "Era una gran persona. Se le conoce por la catedral que hizo, pero detrás de él había mucho más", apunta Adolfo quien explica que antes de aquel 7 de agosto de 1998 en la que se puso la primera piedra del nuevo templo, tenían que oír misa desde la carretera -antigua N-340- de lo pequeña y llena que estaba la iglesia.

Organizó rifas, tómbolas y cenas y contó gran colaboración del pueblo. "Todos han referido la gracia con que sabía pedir. Hubo una época que necesitó un millón de pesetas al mes y se invento el eslogan 1.000 x 500 y 500 x 1.000, es decir 1.000 personas a 500 pesetas y 500 personas a 1.000 pesetas mensuales, y fue todo un éxito", recordó Rafael quien también destacó "su amor a la Madre de Dios". "Era fabuloso. Muy dinámico, con un gran humor y con el don de la oportunidad. Sabía decir las cosas en el momento justo. Tenía un carácter envidiable e hizo una gran labor aquí", añadió Adolfo.

Desde los grupos de catequesis, Lola Aguilar, quiso recordar "su bondad y generosidad con todos". "Era una persona buena y cercana. La puerta de su casa siempre estaba abierta para todos, aunque más de una vez le dieran un susto. Lo daba todo, tanto que la primera semana del mes ya se había quedado sin dinero ayudando al que lo necesitaba", apostilla Lola. "Para nosotros lo fue todo. Lo queríamos muchísimo y lo echamos mucho de menos. Era buenísimo y muy inquieto. Siempre estaba haciendo cosas, desde acompañarnos a dar una misa a la catedral de Ginebra hasta llenar la plaza de flores para el Corpus. Tenía mucha energía y daba mucho cariño", le dedica Mari Carmen Díaz, directora del Coro Romeros del Carmen que en los últimos ocho años seguían recogiéndolo desde Pizarra para que pudiese compartir la Eucaristía con los feligreses caleños. El viernes todos los grupos le dedicaron su mejor canción.

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