Unicaja

Al menos, algo de dignidad

  • El hundimiento del Unicaja es progresivo y, a seis partidos para el final de la temporada regular, la principal petición es no encadenar ridículos

  • El descarnado análisis de la situación de Katsikaris se agradeció para ver que hay vida

Alberto Díaz saluda a Luis Casimiro tras el Unicaja-Casademont.

Alberto Díaz saluda a Luis Casimiro tras el Unicaja-Casademont. / Álvaro Cabrera

Un Fotis Katsikaris abatido analizaba cerca de la medianoche del domingo en la sala de prensa del Carpena, a corazón abierto y con una sinceridad que se agradecía, la situación del Unicaja. Era descarnado escuchar al técnico griego meter el bisturí mientras no paraba de salir pus. No confeccionó el equipo y no tiene ataduras más allá de un año de contrato que las dos partes pueden rescindir. En un club mudo institucionalmente en los últimos meses, como ha sido el Unicaja frecuentemente años atrás también, al menos el técnico griego, profesional, ofrecía una voz autocrítica que denota que hay vida ahí dentro.

Mientras la primera línea del palco sigue vacía (el triunfo tiene muchos padres y el fracaso, ninguno), es el gerente, Francisco Sáez, con experiencia en el Unicaja de voleibol y que al poco de llegar ya tuvo que lidiar con la pandemia, quien en el día a día asiste a reuniones con ACB o Euroliga y lleva el peso a la espera de que llegue un presidente, algo que se va dilatando, y se reconfigure la cúpula del club. Manolo Rubia, director deportivo transitorio desde 2019, cuando se marchó Carlos Jiménez, comunicó meses atrás su pretensión de marcharse a final de temporada, pero desde altas esferas se le ha pedido que aguante. Igual los acontecimientos se precipitan por los malos resultados, pero la semana pasada no se adivinaba inminente aún la reconfiguración.

Mientras institucionalmente se va a un velocidad distinta de la que se exige ya casi en mayo, cuando las planificaciones para la siguiente temporada deben perfilarse definitivamente, lo deportivo es un penar. Se ha perdido por ocho puntos ante el San Pablo, por 18 ante el Tenerife, por 23 ante el Casademont, con creciente impotencia. Rivales que, admitido que no se tiene ya nivel siquiera cercano a los equipos de Euroliga, deberían ser de liga propia. Tuvo algo de simbólico que fuera el técnico destituido en enero quien desnudara la triste realidad del club cajista. Reprobado en Málaga, con unos meses finales en los que encadenó derrotas sin parar, Casimiro salió triunfador en su regreso al Carpena. Aunque tuvo su cuota de responsabilidad en la confección de la plantilla, recordó que el entrenador no era el principal problema, aunque cambiarlo fuera obligado por la deriva insostenible de resultados.

Las carencias de la plantilla están ahí. Se han disimulado en algún momento, pero ahora vuelven a exhibirse. Evidentemente, en la coyuntura actual, no se va a fichar a nadie más ahora. Da igual quedar octavo o 12º más allá del orgullo propio de hacerlo lo mejor posible, aunque habría remontarse al siglo pasado para ver una liga que se acabara por debajo del noveno lugar, suelo desde principios de los 90. La invitación de la Euroliga para tener una licencia de la Eurocup para las próximas temporada garantiza, si finalmente se da el visto bueno desde la entidad y se aceptan las condiciones, la clasificación para la competición europea independientemente del lugar que se ocupe al final en la liga propia, en lo que es ya el último paso con el que se desgaja la estructura convencional del deporte, ahora que la Superliga de fútbol amenaza eso.

Así que estar o no en play off está en manos de técnicos y jugadores, que tienen su responsabilidad, no se pueden ir de rositas. Al menos se pide algo de dignidad y respeto a la camiseta en estos últimos seis partidos de la temporada. Alguno puede pensar que para pasar a cuartos y recibir dos palizas de Madrid o Barça casi mejor acabar el 16 de mayo y a otra cosa. Se verá en estos duelos qué profesionalidad existe ahí dentro.

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