Museos: razón, Málaga
Con la inauguración del Museo de Málaga en el Palacio de la Aduana, la ciudad refuerza la marca vinculada a los espacios para el arte, en un modelo de proyección internacional aunque también cuestionado

Málaga/Mañana lunes, 12 de diciembre, se cumplirán diecinueve años de la primera manifestación que la recién creada plataforma ciudadana La Aduana para Málaga celebró en plena calle para pedir el uso museístico del Palacio de la Aduana, edificio del siglo XVIII que entonces servía aún de sede a la Subdelegación del Gobierno. Pocos meses antes había cerrado sus puertas el Museo Provincial de Bellas Artes en el Palacio de Buenavista, designado ya para acoger el futuro Museo Picasso Málaga; y en 1996 lo había hecho el Museo Arqueológico en la Alcazaba, en virtud de la reforma a la que había de someterse el monumento. Ambas entidades formaban parte de una misma unidad administrativa, el Museo de Málaga, desde 1974, pero nunca habían compartido un mismo emplazamiento. Aquella plataforma reivindicaba, precisamente, la ubicación del Museo de Málaga al completo en La Aduana, una cuestión delicada que no siempre, ni mucho menos, contó con el apoyo unánime de las instituciones públicas (el alcalde, Francisco de la Torre, mantiene todavía hoy su predilección por el Convento de la Trinidad para el Museo Arqueológico). Sin embargo, lo cierto es que mañana lunes, al mayor calor de la efeméride, el Museo de Málaga abrirá sus puertas en el Palacio de la Aduana con todas las connotaciones que caben en un equipamiento reclamado por la ciudadanía y oculto a la vista de la misma durante dos décadas. En un inmueble flamantemente rehabilitado gracias una inversión de 35 millones de euros, el centro expondrá en sus 14.500 metros cuadrados de superficie útil (de un total de 18.000) un legado que comprende unas 15.000 piezas arqueológicas (con testimonios que abarcan desde la presencia neandertal en diversas cuevas de la provincia de Málaga hasta la Reconquista del territorio y con todas las grandes civilizaciones del Mediterráneo debidamente representadas) y unas 2.700 obras de arte (con especial atención a la escuela malagueña del XIX, representada a través de Muñoz Degrain, Moreno Carbonero, Enrique Simonet, José Nogales, Carlos de Haes y Pablo Picasso entre muchos otros), además de una biblioteca, un salón de actos, la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y las aulas pedagógicas. Más adelante abrirán las salas de exposiciones temporales, la cafetería y el restaurante.
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, ejercerán de anfitriones mañana en la puesta de largo del quinto museo mayor de España y el más grande de cuantos gestiona la Junta (que ha destinado 2,5 millones de sus presupuestos para 2017 al nuevo centro, y que ya invirtió 3 millones en este 2016) con titularidad estatal. Independientemente de la ocasión y la categoría histórica que entraña para toda la provincia, lo cierto es que el Museo de Málaga llega en un contexto que habría sonado a chino justo cuando el mismo vio sus colecciones apartadas y embaladas sine die. La urbe ostenta hoy su marca de ciudad de museos como verdadero caso único en España, con una proyección internacional forjada a través de un escaparate vigorizado de manera asombrosa en la última década. Hasta cabeceras como The New York Times y The Guardian han señalado a Málaga como destino deseable a cuenta de los museos y la actividad cultural generada en su entorno. Desde que en 2003 abrieran sus puertas el Museo Picasso Málaga (gestionado por la Junta de Andalucía y Bernard y Christine Ruiz Picasso, integrados actualmente en la Fundación Museo Picasso Málaga. Legado Paul, Christine y Bernard Ruiz-Picasso) y el Centro de Arte Contemporáneo (CAC Málaga, de titularidad municipal y gestión privada), el empeño en la consecución de la marca ha correspondido, principalmente, al Ayuntamiento: en 2011 se inauguró en el también rehabilitado Palacio de Villalón el Museo Carmen Thyssen, con la colección de pintura española de la baronesa y sus exposiciones temporales como principales atractivos, sostenido también a través de una fundación que integra a representantes tanto municipales como particulares. Pero el órdago definitivo llegó en 2015 con la inauguración del Centro Pompidou Málaga en el conocido como Cubo del Puerto y del Centro de Colecciones del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo en la antigua Tabacalera, el mismo recinto que el Consistorio había destinado al fallido proyecto de Art Natura, que terminó en fiasco tras un desembolso de 20 millones de euros. A estos polos de poderoso atractivo se unen otros museos menores, entre ellos algunos consagrados a la obra de pintores malagueños vivos como el Museo Revello de Toro (de titularidad municipal y enclavado en la casa taller del gran imaginero barroco Pedro de Mena) y el Museum Jorge Rando (sostenido económicamente por la fundación del artista pero abierto junto al antiguo Convento de las Mercedarias con ayuda del Consistorio); así como la Fundación Picasso Casa Natal (decana de los museos malagueños, fundada en 1988 y actualmente revitalizada con récord de visitantes en 2015), el Museo del Automóvil, el Museo del Vidrio y bastantes más hasta superar la treintena. Eso sí, la principal distinción que conviene precisar respecto al Museo de Málaga (cuyo acceso será libre y gratuito para todos los ciudadanos de la UE) es que, salvo las obras de arte del Museo del Prado que contiene en depósito en su sección de Bellas Artes, todos sus fondos corresponden al patrimonio malagueño, mientras que el resto de museos reúnen colecciones prestadas por las instituciones de las que proceden, a tenor de diversas fórmulas de colaboración; así, por ejemplo, el Museo de Arte Ruso accedió a instalar su sucursal en Tabacalera con un compromiso de permanencia de diez años, mientras que el Centro Pompidou de París hizo lo propio en su sede del Cubo por un plazo de cinco años prorrogable a otros cinco. Cada año, el Ayuntamiento invierte unos 12 millones de euros en concepto de canon y en el mantenimiento de estos equipamientos; el retorno económico sólo en materia de turismo, según afirman sus responsables, hace bueno el desembolso.
El modelo, ciertamente, ha contribuido a la notoriedad de Málaga como plaza cultural, pero no ha estado exento de críticas. En el mismo seno del Ayuntamiento, la oposición ha reclamado en varias ocasiones un plan director por el que se establezcan objetivos concretos respecto a la política museística. La misma categoría temporal de los nuevos museos arroja no pocas dudas sobre la situación que pueda darse una vez culminados los plazos. Y tampoco la respuesta en cuanto a número de visitantes ha sido siempre la esperada. El Museo Picasso se ha consolidado como el más visitado de Andalucía y al cierre de este 2016 se adjudicará un nuevo récord con más de medio millón de entradas despachadas, pero este crecimiento no ha tenido suficiente tirón entre el resto. El Centro Pompidou y el Museo de Arte Ruso han contado hasta ahora menos visitantes de los previstos: el primero llegará a fin de año con 180.000 cuando se habían señalado 250.000 en las estimaciones a priori, mientras que el segundo se quedará en 95.000 después de que se barajaran 150.000. Estas cifras vienen a repetir los registros de ambos equipamientos en su primer año de vida y ya se tradujeron en una "desviación" (término empleado por la concejal de Cultura, Gemma del Corral) de los ingresos en taquilla de 944.000 euros que tuvo que ser subsanada por una inversión municipal extra en correspondencia. Los beneficios obtenidos a través de los patrocinios de ambos museos tampoco han sido los esperados. El alcalde, Francisco de la Torre, defiende que estas instalaciones han contribuido a proyectar la marca cultural de Málaga como alternativa al turismo de sol y playa y que su influencia también se ha dejado notar en los balances históricos de viajeros desplazados a la ciudad desde todo el mundo este año, aunque esta influencia aún no se haya traducido en demasiadas visitas directas. Ante la situación de inestabilidad en el Mediterráneo y los beneficios consecuentes para el turismo andaluz, sin embargo, tal vez cabe considerar que el modelo requiere una revisión antes de que lo que parece una burbuja termine siéndolo del todo.
Como muestra, un botón: en sus presupuestos para 2017, el Museo Revello de Toro hace una previsión de 20.000 euros de ingresos por venta de entradas y una inversión municipal de 327.000 para cubrir gastos. Si de hacer negocio se trata, no parece muy redondo.
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