La crisis inexplicada

Falta un mínimo de coherencia estratégica y de fidelidad orgánica exigible en cualquier grupo político

Aunque no es la primera vez ni será la última que la crisis interna de un partido se lleva por delante a su principal dirigente, sería un error pensar que la situación que atraviesa el PP es una más de las que surgen de vez en cuando en los partidos democráticos. Son varias las razones por las que el fulminante relevo de Pablo Casado tiene unas características especiales. Era evidente que los dirigentes del PP no tenían la solvencia política suficiente para fijar el perfil de un partido conservador europeo capaz de enfrentarse a un gobierno de izquierdas sin tener que recurrir a métodos, ademanes y estilo propios de la extrema derecha. Esta ha sido sin duda su principal carencia estratégica. Pero lo que sí ha resultado sorprendente es la fragilidad y escaso anclaje orgánico que tenía la dirección defenestrada. Nadie podía suponer que el grupo parlamentario y las direcciones territoriales, que rugían de entusiasmo cuando su líder atacaba con descalificaciones e improperios al presidente del gobierno, tuvieran tan escasa firmeza y convicción. Habitualmente, en cualquier crisis partidaria, las diferencias se solventan con complejos debates entre los sectores enfrentados que finalizan con victoria de unos contra otros o con integración y reparto de áreas de influencia. Aquí eso no ha sido necesario porque en un abrir y cerrar de ojos los apoyos de los que hasta la semana pasada eran sus indiscutidos líderes han desaparecido. Más allá de la valoración sentimental y ética de esos desaires, la realidad es que en las filas del Partido Popular falta un mínimo de coherencia estratégica y de fidelidad orgánica exigible en cualquier grupo político solvente. No es entendible que por una disputa con la presidenta de la Comunidad de Madrid, por muy desafortunada que haya sido, pueda dinamitarse con la rapidez que se ha hecho una dirección que aparentemente gozaba del beneplácito de la inmensa mayoría. Pero la extrañeza aumenta porque nadie sabe muy bien para qué se produce este súbito relevo en la dirección, nadie ha explicitado ni ha planteado si este cambio de rumbo va en la dirección de separarse lo más posible del discurso y los pactos con la extrema derecha o en el sentido contrario. Y esta sigue siendo sin duda la cuestión política de mayor trascendencia que, por lo visto, nadie quiere abordar porque en el propio seno de los que ahora tratan de tomar el relevo no existe un único criterio; con lo cual la crisis es aún más inexplicable.

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