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El Borge rinde tributo a 'Tía Agustina', la panadera que desafió a las tropas napoleónicas

Representación del homenaje a la 'Tía Agustina'

Representación del homenaje a la 'Tía Agustina' / Gema Rubio Galo (El Borge)

En las estrechas calles empedradas de El Borge, un pequeño pueblo enclavado en las colinas de la Axarquía, el pasado y el presente se entrelazaron para celebrar el aniversario del Museo del Bandolero. Sin embargo, esta no fue una conmemoración común y corriente; fue una experiencia inmersiva que revivió el espíritu de Tía Agustina, una panadera valiente cuya historia se había desvanecido en los rincones olvidados del tiempo.

El CEIP Antonio Gala se convirtió en el epicentro de la acción, donde más de 100 niños de todas las edades, con trajes de bandoleros y tropas napoleónicas, se prepararon para una aventura única en su tipo. Pero la participación no se limitó a los jóvenes; personas de todas las edades se unieron a la iniciativa, transformando el pueblo en un escenario viviente de épocas pasadas.

Niños del CEIP Antonio Gala vestidos de bandoleros Niños del CEIP Antonio Gala vestidos de bandoleros

Niños del CEIP Antonio Gala vestidos de bandoleros / Gema Rubio Galo (El Borge)

El líder de esta iniciativa fue Ismael Fernández, el organizador de la ruta y guía del Museo del Bandolero. Con su voz, guio a la multitud a través de las estrechas callejuelas, tejiendo relatos de hazañas y valentía de la panadera mientras avanzaban. Los corazones de los lugareños latían al unísono con el eco de la historia, sintiendo la presencia de aquellos que una vez desafiaron al destino en esas mismas tierras.

La ruta comenzó en el colegio, donde Fernández introdujo el tema con una energía contagiosa, despertando la curiosidad de los jóvenes sobre el porqué de sus atuendos singulares. Con paso firme, el grupo se lanzó a las calles, siguiendo los pasos de Tía Agustina a través de los lugares que marcaron su legado. Desde la casa donde amasaba el pan hasta la plaza donde desafió a las tropas invasoras, cada rincón cobró vida con la intensidad de la actuación.

La sorpresa y el asombro brillaban en los rostros de los espectadores, tanto jóvenes como ancianos, mientras las varias actrices que caracterizaron a Tía Agustina narraban su historia con una pasión palpable. Sus relatos evocaban un sentido de orgullo y admiración por una figura que, hasta ese momento, había permanecido en las sombras de la historia local.

La ruta culminó en el Museo del Bandolero, donde las historias del pasado cobraron forma en las exhibiciones. Los participantes, ahora impregnados del espíritu de los bandoleros borgeños, exploraron las galerías, conectando con un legado que trasciende el tiempo y el espacio.

La jornada llegó a su clímax cuando la última actriz que encarnaba a Tía Agustina ascendió a lo más alto de una colina, montada en su corcel. Con la bandera de Andalucía en una mano y el espíritu indomable en el corazón, alzó el estandarte hacia el cielo azul, ondeando al ritmo del himno regional que resonaba en el aire. Desde lo alto, su voz se elevó con la fuerza de un trueno, proclamando con determinación: "¡Por un Borge libre y una Andalucía libre!".

La historia de 'Tía Agustina'

Los soldados franceses llegaron a El Borge en febrero de 1810. Agustina, una panadera que trabajaba de noche, fue la primera en notar la presencia de un pelotón de reconocimiento del ejército napoleónico. Consistía en unos 15 hombres a caballo que esa misma noche acamparon en un campo cercano.

Esta mujer alertó a los lugareños, quienes aprovecharon el descanso de los soldados para eliminarlos a todos. Conscientes de que la llegada de las tropas significaría represalias terribles, Agustina propuso deshacerse de los cuerpos arrojándolos al pozo de su casa.

Imágenes del pozo real donde arrojaron a los franceses en la casa de 'Tía Agustina' Imágenes del pozo real donde arrojaron a los franceses en la casa de 'Tía Agustina'

Imágenes del pozo real donde arrojaron a los franceses en la casa de 'Tía Agustina' / Gema Rubio Galo (El Borge)

Hasta el día de hoy, los ancianos del lugar aseguran que de ese pozo nadie volvió a beber jamás, pues contenía lo que ellos llamaron "agua de franceses".

Después de este primer enfrentamiento con los galos, los habitantes del pueblo sabían que pronto vendría un batallón a asaltar el Ayuntamiento. Ante el peligro de una masacre, la única opción era idear un plan para ganar tiempo y permitir que al menos las mujeres, ancianos y niños pudieran huir.

Asimismo, las tropas napoleónicas no tardaron en llegar a El Borge. Sin embargo, se encontraron con una sorpresa inesperada por parte de los lugareños. Dado que no tenían armas, siendo el pueblo principalmente agrícola, Tía Agustina tuvo la idea de enfrentarse al enemigo con algo que abundaba en la localidad: las colmenas.

Ordenó reunir todos los paneles de abejas disponibles en El Borge y colocarlos estratégicamente en las entradas de la plaza del pueblo y junto al Ayuntamiento, a modo de barricadas. Cuando los franceses irrumpieron en la plaza al amanecer, las abejas salieron de sus colmenas y atacaron a los invasores. Estos, llenos de picaduras, se retiraron y necesitaron días para recuperarse, lo que permitió a muchas familias ponerse a salvo.

A pesar de los esfuerzos de los borgeños por resistir a los franceses, finalmente el pueblo, al igual que gran parte de España, cayó en manos del ejército de Napoleón. El 17 de febrero de 1810, el entonces alcalde, Miguel Millán, firmó la capitulación ante el ejército francés, y los vecinos se vieron obligados a jurar lealtad al nuevo rey José Bonaparte, conocido popularmente como Pepe Botella.

Sin embargo, los habitantes de la Axarquía, comenzaron a organizarse desde los montes para recuperar el poder, lográndolo dos años después, en 1812.

En El Borge, el pasado nunca está realmente muerto; sigue latiendo en el corazón de quienes se atreven a recordar y celebrar su legado.

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